La descripción de un manuscrito es la tarea codicográfica por excelencia. Al realizarla es preciso ponerse en el lugar del investigador (actual y futuro) y considerar cómo la descripción puede aportarle la información que necesita para su investigación, porque en cierto modo la descripción viene a sustituir al libro original. Implica por parte del codicólogo el descenso a los hechos por medio de un análisis completo de todas las partes y elementos que forman el manuscrito para después reconstruir el proceso de elaboración en todas las fases. El codicólogo se pone entonces en el lugar de las personas que han elaborado el manuscrito, intentando averiguar su intención, la razón y el método de su trabajo, así como la calidad de la copia y su lugar en la tradición literaria. Y todavía más, sigue al manuscrito desde el día de su terminación hasta el momento presente y averiguar lo que sea posible sobre sus vicisitudes y su historia.
A diferencia de la catalogación de libros impresos que se practica en las bibliotecas, no existe un modelo comúnmente aceptado de descripción codicográfica, y cada institución ha desarrollado más o menos consuetudinariamente el suyo propio. Pero si hubiese que elegir una norma por la especial influencia que ha ejercido en este sentido, esta sería la de la Biblioteca Apostólica Vaticana (Leges quas procuratores Bibliothecae Vaticanae in codicibus graecis recensendis sibi constituerunt, 1923) o la instrucción elaborada en Alemania (Verzeichnis der Handschriften in Deutschland, 1958). Aunque en distinto orden, ambas consideran un proceso tripartito que no difiere en lo sustancial:
Biblioteca Apostólica Vaticana | Verzeichnis der Handschriften in Deutschland | |
1. Descripción externa del manuscrito | 1. Descripción externa del manuscrito | |
2. Relación de las obras transmitidas | 2. Análisis codicológico-paleográfico e historia del mss | |
3. Análisis codicológico-paleográfico, historia del mss y bibliografía |
3. Examen del texto |
En general el protocolo de descripción comienza con la descripción de los elementos de identificación, para proseguir sin solución de continuidad con el análisis codicológico, paleográfico, etc., y estudiar el contenido textual.
Este proceso se puede desglosar en una serie de apartados, que como se ha advertido más arriba son ligeramente distintos para cada institución. Lo que se presenta a continuación es por tanto meramente una propuesta personal realizada a partir de una reintepretación de las prácticas codicográficas de varias bibliotecas y manuales de Codicología.
Se compone de los apartados siguientes, cada uno de los cuales con sus respectivos subaparatados (que serán tratados por extenso en consecutivas unidades de este curso, por lo que aquí se ofrece una panorámica muy general):
Sin embargo el alcance y la profundidad de la descripción dependerá de las prioridades establecidas por la institución y el objetivo científico perseguido. Puesto que describir un manuscrito en profundidad requiere mucho trabajo y tiempo, no tiene sentido describir en profundidad unos pocos manuscritos en un fondo que carezca de descripción alguna. En estos casos resulta más aconsejable reducir la descripción al apartado de Datos de identificación del manuscrito y hacerla extensiva a todo el fondo, para después poder ir profundizando en las descripciones en diversas etapas.
La mayor parte de los elementos que a continuación se enumeran los veremos más en detalle en las próximas unidades didácticas, por lo que aquí nos limitamos a hacer una presentación somera, que servirá además como visión panorámica del resto del curso.
Este apartado proporcionará una descripción sintética del ejemplar, con los datos que normalmente figuran en un inventario, y que servirán como base para una ulterior profundización.
Han de consignarse los siguientes campos:
El lugar de depósito (ciudad) y el nombre de la institución permiten la localización tópica del ejemplar.
La indicación del fondo solo es necesaria en aquellas bibliotecas que no han unificado mediante una signatura general la totalidad de sus volúmenes, pero incluso en ese caso puede ser interesante reseñarlo, pues proporciona información sobre la procedencia del manuscrito.
La signatura es una fórmula numérica o alfanumérica que individualiza cada uno de los volúmenes de una biblioteca y que permite acceder a él. Puesto que es convencional, puede haber variado con el paso del tiempo. Si se conocen las signaturas antiguas se anotarán, precedidas de la expresión latina olim, entre paréntesis. Este dato es importante ya que puede ser la referencia que aparezca en catálogos u otras publicaciones antiguas y podrá proporcionar importantes pistas para el apartado de historia del manuscrito.
El nombre por el que se conoce generalmente al códice es solo pertinente para los manuscritos más famosos, pues la inmensa mayoría de los manuscritos carecen de él. Ahora bien, cuando lo tienen es mucho más fácil de recordar y más significativo que la asignatura. Por ejemplo, la signatura Dublin, Trinity College MS 58 no resulta muy expresiva, sobre todo en comparación con el nombre con que se conoce generalmente a este códice: el Libro de Kells.
El nombre del autor o autores de la(s) obra(s) contenida(s) en el manuscrito debe(n) consignarse cuando sea posible. Durante la Edad Media las falsas atribuciones constituían una práctica corriente, por lo que siempre será necesario comprobar los datos aportados por el propio manuscrito en este sentido. Las formas utilizadas se acomodarán en su expresión lingüística a las Reglas de Catalogación inspiradas en el formato IBERMARC.
El título uniforme es el fijado por el uso en las fuentes de referencia. Sin embargo, en los manuscritos se encuentran con frecuencia expresiones distintas para el título, que serán consignadas en el apartado “título secundario”. También puede darse el caso de que la obra carezca de título, en cuyo caso se elaborará uno de acuerdo al contenido y será registrado bajo el campo de “título facticio” entre corchetes [ ], para indicar que no figura en el texto y que es una adición de la persona que ha catalogado la pieza.
La datación es la de la copia del manuscrito, no la de composición de la obra. Si la fecha concreta está expresada en el manuscrito, se consignará entre paréntesis, tras la indicación el siglo, que se expresará siempre en números romanos. En el caso de que la fecha exacta no aparezca en el manuscrito pero la escritura o algún otro elemento permita precisar más allá del siglo, se le añadirán las abreviaturas latinas tradicionales in. (=ineunte), med. (=medio), ex. (=exeunte).
La naturaleza del soporte se anotará utilizando la abreviatura correspondiente a la palabra pergamino (=perg.), o bien con la mención del vocablo “papel” por extenso.
El tamaño del volumen se expresará en milímetros, correspondiendo la primera cifra a la altura y la segunda a la anchura.
Dentro del conjunto de folios que constituyen un manuscrito, hay que distinguir de la totalidad aquellos de protección iniciales y finales, denominados técnicamente “hojas de guarda”. Pueden ser los primeros folios del primer cuaderno y los últimos del último cuaderno o haberse añadido al bloque del texto con posterioridad a su copia.
La última entrada de este apartado está destinada a registrar el nombre de la persona que ha realizado la descripción y la fecha de la misma.
Cuando el lugar y/o la fecha de elaboración del ejemplar estén explícitamente indicados se anotará el folio o folios donde figuren dichos datos.
Habrá que tener siempre en cuenta los usos cronológicos vigentes en las coordenadas espacio-temporales expresadas, para evitar crasos errores, y considerar si las fechas se refieren al momento de acabar el ejemplar o a otros momentos (por ejemplo, a veces un copista copia más o menos inadvertidamente el colofón de su ejemplar, por lo que la fecha que aparece es la de este y no la del manuscrito que se está describiendo).
Si es posible se debe incluir el lugar de origen del manuscrito o al menos la región de procedencia.
Para los manuscritos que no están explícitamente fechados se puede recurrir a alguno de los siguientes criterios internos:
Muchos de ellos los veremos con más detalle en las próximas unidades didácticas.
Es conveniente alegar el motivo que ha conducido a la atribución de una fecha concreta, en su caso indicando el terminus post quem o ante quem.
Este apartado contiene la información sobre la naturaleza del soporte y la estructura física de la pieza. Está dividido en 5 subapartados.
Si la materia escriptoria es pergamino, se consignarán los siguientes aspectos:
Si la materia es papel, se habrá de examinar:
Tipo de composición del manuscrito
Aquí se consignará si se está ante un ejemplar unitario o facticio (i.e., compuesto por la unión de dos o más partes procedentes de otros tantos manuscritos).
Se hará mención del tipo de cuaderno (lo más frecuente es que sean cuaterniones o seniones), y su estado de conservación.
Es el examen folio por folio, con el fin de controlar el número y la sucesión de los folios y los cuadernos. Se puede expresar mediante una fórmula sintética o bien reflejarse gráficamente sobre una plantilla o diagrama de composición de los cuadernos. También se reseñarán las anomalías o incidencias.
Para los cuadernos de pergamino se registrará cualquier alteración posible referente a la ley de Gregory y si el cuaderno ofrece por fuera “pelo o carne”.
Aquí se señalarán las signaturas, reclamos, foliación y paginación perceptibles, su tipo (por ejemplo, si los números utilizados son romanos o arábigos), su localización en la hoja o el cuaderno, el utensilio empleado para trazarlo (lápiz, tinta…) y si son contemporáneos a la confección del manuscrito o posteriores.
Con relativa frecuencia el orden original de los cuadernos no se ha conservado, y de ahí la conveniencia de analizar cuidadosamente las signaturas, puesto que pueden ser una guía eficaz para la reestructuración del ejemplar.
En relación con la foliación o paginación se anotarán cuidadosamente los folios o páginas no numerados, los números repetidos y los saltos de numeración debidos a la librarii negligentia. Así mismo se mencionarán las trasposiciones y las mutilaciones de folios totales o parciales.
También habrán de registrarse otros signos como los indicativos de un scriptorium determinado o los propios de un copista. En los manuscritos de origen universitario se registrarán las señales y abreviaturas referentes a la pecia.
En este apartado serán consignados los siguientes aspectos:
Todas las dimensiones se expresarán siempre en mm., altura x anchura. Primero se anotarán las medidas correspondientes al folio y luego todas las relacionadas con las superficies armónicas, en el caso de que se compruebe la aplicación de los coeficientes modulares.
Se registrarán las dimensiones de la caja de escritura y se indicará si el texto es a línea tirada o en columnas.
Cuando la composición de la página varía de plana en plana por razones de composición artística o porque sea necesario ajustar el texto con su comentario o por cualquier otra razón nos encontramos ante las páginas llamadas “dinámicas” y “glosadas”. En estos casos hay que especificar y describir las soluciones adoptadas.
Es preciso observar la presencia de marcas de perforación, el tipo de orificio y su posición en la página. En el caso de que sea verificable se señalará el sistema o proceso seguido para realizar la perforación de uno o más cuadernos.
Este apartado puede resultar ilustrativo a efectos de localización de la obra. Se registrarán los siguientes aspectos:
El tipo y sistema de pautado debe ser analizado cuaderno por cuaderno, ya que es frecuente que aparezcan mezclados diversos procedimientos en un mismo manuscrito.
Será necesario considerar diversos aspectos:
Comprende el tipo de pluma utilizado y la forma en que está tallada su punta, el color de la tinta y, en su caso, si ha producido un proceso de oxidación del soporte.
Esta es una cuestión espinosa por un existir una nomenclatura internacional universalmente aceptada. En cualquier caso hay que evitar denominaciones vagas (minúscula, cursiva, libraría…) o calificativos estéticos (hermosa, cuidada…).
Como mínimo se debe especificar el estilo (visigótica, carolina, gótica, humanística…), el grado de cursividad (pausada, cursiva, semicursiva) y el tipo en la medida en que sea posible (por ejemplo, gótica “bastarda”). Cuando la escritura no responda a un tipo puro, entonces se procurará definirla por aproximación o indicando sus rasgos más característicos.
Aunque sea brevemente conviene analizar los signos alfabéticos que ofrecen alguna particularidad en su trazado, las ligaduras notables, el sistema de abreviaturas empleado y la tipología de los signos de compendio, puntuación y otros varios ortográficos (ápices, guiones, comillas, etcétera). También se explicitarán los siguientes aspectos: aplicación de la scriptio continua y/o grado de observación de los espacios interverbales; colocación de la escritura apoyada sobre el renglón o bien trazada a distancia del mismo, produciendo la impresión de estar suspendida en el aire; presencia de correcciones y de cualquier particularidad gráfica digna de mención.
También son interesantes los signos numéricos y las indicaciones esticométricas Por último se registrarán algunos usos no comunes, tales como signos taquigráficos, criptográficos y otros similares.
El último paso de este apartado es determinar si el trabajo ha sido realizado por un solo copista o por varios. En este terreno hay que ser prudentes, dada la rara habilidad mostrada por algunos escribas en la imitación de distintos tipos de escrituras y también el alto grado de mimetismo de algunos profesionales. Cuando se descubran varias manos se intentará identificar las principales, designándolas mediante las letras mayúsculas del alfabeto.
Cuando exista alguna de las dos modalidades el texto se transcribirá íntegramente, ya que todos los elementos que la secuencia aporta son de sumo interés, tanto para la localización del manuscrito como para conocer las circunstancias concomitantes de su composición: identificación del autor y del comitente, fecha y demás datos que proporcione.
Se indicará los folios en que se encuentre la notación, el estilo (ecfonético, pneumático…) y el tipo de notación, si fuera necesario con el asesoramiento de un musicólogo.
En este apartado se intentará dar una visión lo más completa posible del contenido del manuscrito. La minuciosidad del examen dependerá del propio texto: si se trata de una copia de una obra muy conocida, la descripción podrá ser más superficial y limitarse a los datos esenciales.
El primer paso es determinar si el manuscrito presenta un texto homogéneo o misceláneo (información que se obtiene a partir del análisis material ya realizado). En el segundo caso habrá que especificar además la tipología, que puede ser:
Si se trata de un manuscrito compuesto por varias partes de origen diferente pero temáticamente relacionadas, se procederá a su descripción mediante la distinción de diversos sectores designados mediante letras mayúsculas (Sector A, B, C…). Si por el contrario las diversas partes no tienen en común más que la encuadernación (“Sammelband”), cada una de ellas será objeto de una descripción por separado.
El análisis del contenido constará de: mención del autor y título de la obra, descripción del texto principal y de los textos anejos y colación del texto
Aquí se remitirá a lo recogido en el apartado inicial 1 (“Datos de identificación del manuscrito”). La extensión de cada obra se señala mediante indicación entre paréntesis del primer y último folio.
Si el manuscrito contiene obras de varios autores, en la descripción se distinguirán tantos apartados como autores, los cuales irán precedidos de una cifra indicativa de su orden de aparición. Los títulos de las obras tendrán así mismo un exponente numérico o alfabético. Cuando las obras son de diferentes autores y ofrecen un desorden voluntario, hay que respetarlo, puesto que esta disposición refleja una intencionalidad que puede servir de hilo conductor para captar el modo de recepción de los componentes.
El texto principal es la obra o pieza literaria en sentido estricto.
Los anejos comprenden un conjunto de escritos varios por su contenido y disposición física que acompañan al texto principal. Para cada uno se indicará el folio o folios donde se encuentran y su tipo.
Si preceden a la obra se denominan “anexos preliminares” y pueden ser de diversa índole: invocación, prólogo, proemio, prefacio, introducción, argumento, capitulación, resumen, didascalia, lemas, dedicatoria, carta epístola nuncupatoria, calendario, santoral, letanía…
Los que cierran la obra se denominan “anexos finales” y pueden ser: apéndice, epílogo, ultílogo, recapitulación, suscripción y colofón.
Una tercera categoría es la de los “anexos paratextuales”, que suelen encontrarse en interlineado o marginalia (=en los márgenes de las páginas). Pueden ser acotación, adición, apostilla, comentario, escolio, glosa, lugar común, nota, nota breve…
La suscripción y el colofón, en el caso de existir, se transcribirán íntegramente.
Consiste en la confrontación de la versión del manuscrito con una edición crítica. Se señalarán las lagunas textuales, las transposiciones, las divergencias (en la sucesión de partes, división de capítulos…) y las variantes más notables que la copia presente respecto de la edición crítica manejada. Cuando se detecte que la fuente utilizada para copiar el manuscrito era de mala calidad se hará notar, indicando las particularidades que lo confirman.
Se considerarán por separado las “escrituras distintivas” (las que sobresalen del texto base) y los restantes elementos ornamentales.
Respecto a las escrituras distintivas se distinguirá entre las iniciales y las secuencias de aparato (títulos, encabezamientos, rúbricas, lemas, capitulaciones…), y se especificará la gama de tintas usadas, las manos que han intervenido, el estilo de escritura y el tipo de letra, en la medida que sea posible.
Sobre los elementos ornamentales se reseñará la presencia de los motivos significativos (remates de líneas, frisos, bandas, orlas completas, páginas “tapiz”, pies de lámpara, caligramas…), y los programas iconográficos, pero sin entrar en los aspectos artísticos.
Todo el aparato icónico será descrito indicando los folios en que se encuentra y la superficie que ocupa (doble página, página completa, un sector de la página…).
Un lugar especial merecen los escudos de armas y demás elementos heráldicos, ya que son signos evidentes de posesión. También se registrará la presencia de tablas pascuales, cánones eusebianos y calendarios.
En relación a la estructura se indicará:
En cuanto a los aspectos artísticos de la encuadernación:
A veces la encuadernación ostenta breves textos escritos con referencia al autor, título de la obra y poseedor, fecha, lugar de depósito, signatura, etc. Estos datos deben hacerse constar en la descripción, juntamente con el lugar en que se encuentran.
Otros elementos relacionados con la protección del manuscrito son las hojas de guarda y las “maculaturas”. Las primeras pueden contener noticias varias sobre la pieza en cuestión procedentes de diversas personas y épocas. Las segundas son fragmentos, manuscritos o impresos que se reutilizaron a modo de refuerzo al empastar el libro, algunos de los cuales son de gran antigüedad.
Denominada también iter o “fortuna” del manuscrito, pretende identificar el lugar donde fue realizado y custodiado, o al menos conocer el origen y/o la procedencia. En un segundo momento se intentará describir el resto del itinerario hasta conectar con su actual paradero. Las noticias así obtenidas proporcionan información sobre la circulación de los manuscritos y sus repercusiones sociales, ideológicas y culturales. Es probablemente el apartado más difícil de la descripción y en muchos casos no resultará siquiera posible por la total carencia de datos.
Los datos para reconstruir la historia del manuscrito pueden recogerse en algunos elementos procedentes del propio manuscrito o recurriendo a otras fuentes:
El primer apartado incluye las notas y comentarios relacionados con el texto base. Estos añadidos son fruto de un proceso de lectura e interpretación del contenido. En la actualidad son objeto de una línea de investigación que aspira a recoger la totalidad de tales anotaciones en bases de datos.
El segundo grupo está compuesto por una serie variopinta de anotaciones. Unas se refieren al lugar de origen o de procedencia de la pieza. A esta categoría se puede adscribir los sellos y marbetes de instituciones y las signaturas antiguas. Otras proporcionan información sobre los poseedores y/o el modo de acceder a dicho bien. La pertenencia se expresa por simples fórmulas o bien a través de elementos heráldicos, ex libris, super libris, ex dono, dedicatorias, notas de adquisición, compra, alquiler, préstamo, empeño, estimación, precio, costo y tasación. Unas últimas recogen noticias históricas, necrológicas, memorias y también menciones e intervenciones personales que reflejan estados de ánimo, pruebas de pluma, ejercicios de escritura, garabatos, dibujos, cuentas, recetas, etc.
El tercer nivel comprende los numerosos datos deducibles de la encuadernación, tanto en lo que se refiere a su tipología como en lo concerniente a la existencia de “maculaturas” y los escritos contenidos en las hojas de guarda.
Finalmente, en este apartado se dará también constancia de los procesos de restauración que haya sufrido el manuscrito, especificando las partes afectadas y las técnicas empleadas, si se pueden conocer.
Este apartado recoge básicamente toda la bibliografía existente sobre el manuscrito. Puede dividirse en los siguientes apartados:
También deberá hacerse una selección delas páginas más interesantes con vistas a una eventual reproducción.