La forma libraría más antigua conocida en las antiguas civilizaciones mediterráneas es la de tablilla de arcilla, utilizada ya en el tercer milenio antes de Cristo en Mesopotamia.
Pero el formato de tablilla como soporte de escritura no se limita a ningún material en concreto, y de hecho se utilizó en una gran variedad de materiales la escritura, incluyendo los metales preciosos, como es el caso de las láimas de oro de Pyrgi (Italia).
Un tipo muy curioso tablillas de metal son las denominadas tabellae defixionum o tablillas de maldición, que se escribían con extraños signos o letra pequeñísima y se enterraban, a veces acompañadas de figurines que presumiblemente simbolizaban a la persona a la que se deseaba maldecir.
Pero el material más usado para este formato librario fue sin duda la madera. En el mundo griego eran conocidas ya en época de Homero (Il. VI, 169), pero también está documentado su uso en Egipto, la antigua Israel, y en el mundo etrusco.
Las tablillas de madera fueron objeto de una amplísima difusión en el mundo grecolatino a causa de su facilidad de transporte y manejo, además de ser fáciles de fabricar y de módico precio, de modo que su uso se perpetuó para la escritura diaria hasta que el papel se convirtió en un objeto de consumo habitual.
Estaban compuestas por unas planchas, por lo general de madera, en número variable: dos, tres o más hojas (diptychus1, triptychus, polyptychus2). Tradicionalmente las tablillas se unían mediante un anillo metálico, dando lugar a una especie de cuaderno o pliego rígido y duro, llamado codex, codicillus o pugilares.
Dichas láminas eran preparadas de una forma adecuada para recibir la escritura. Por ejemplo, las famosas tablillas de Vindolanda, actualmente en el Museo Británico, son finísimas, de modo que su transporte y almacenamiento no se vería dificultado. A veces eran pulimentadas y emblanquecidas (leúkoma, tabulae dealbatae) con la finalidad de que se pudiese escribir sobre ellas con un cálamo y tinta.
Pero en la mayoría de las ocasiones se recurría a otra técnica consistente en vaciar la parte central de la superficie dura y rellenarla con alguna sustancia moldeable, tal como la goma laca fundida o la cera, generalmente teñida. En la Edad Media se añadía pez a dichas materias, de ahí su aspecto negruzco.
Al principio del siglo IX san Aldelmo dedicó a las tablillas enceradas la siguiente adivinanza:
Melligeris apibus mea prima processit origo,
sed pars exterior crescebat cetera silvis.
Calceamenta mihi tradebant tergora dura,
nunc ferri stimulus faciem proscindit amoenam
flexibus et sulcis obliquat ad instar aratri,
sed semen segetis de caelo ducitur almum3.
Evidentemente el utensilio complementario obligado era el stilus o graphium de metal, hueso u otro material duro, con el cual se arañaban, en el acto de escribir, el liso estrato superpuesto. San Isidoro (Etimologías VI, 9) lo describe de la siguiente manera:
Los griegos y los etruscos fueron quienes, por primera vez, escribieron con un punzón de hierro sobre tablillas de cera. Más tarde los romanos prohibieron que nadie poseyera un punzón metálico. 2. De aquí que se dijera entre los escribas: “no hieras la cera con el hierro”. Tiempo después se estableció que se escribiera en las tablillas enceradas con punzones de hueso, según indica Atta en una sátira con estas palabras: ‘conduzcamos el arado por la cera y aremos con reja de hueso’. Graphium es una palabra griega que en latín significa ‘punzón para escribir’; graphé significa ‘escritura’.
El uso de las tablillas era tan común que se convirtieron en una especie de distintivo del hombre y la mujer alfabetizados. San Benito preveía en su Regla que los monjes (que no podían tener ninguna propiedad privada) dispusieran de tablillas para escribir. Y otras fuentes son consistentes con la Regla4.
La forma habitual de llevar las tablillas era colgadas del cinturón, normalmente del lado derecho, de modo que su portador siempre las tenia a mano. En el siglo XI, la Vita Odonis (I, 14), especifica que
Duas tantum tabellas manu baiulans scribendi officio aptissimas, fabrili opere ita connexas, ut possent patefieri, non tamen disiungi, quibus scholastici dextro femore solent uti5.
Y un manuscrito de este mismo siglo citado por Wattenbach6 contiene un verso según el cual una canonesa a la que se había preguntado ‘Quod perpendiculum rogitas a me tabularum’ escribió:
Ergo tuo lateri dum iungas quae tibi feci,
interiore nota cordis me sedulo porta.
Puesto que las tablillas continuaron siendo el soporte escriptorio más barato hasta que el papel se generalizó en Occidente, eran habitualmente utilizadas para borradores, cuentas y ejercicios escolares. San Jerónimo, por ejemplo, solía escribir sobre tablillas que después entregaba a sus copistas para que transcribieran su contenido en papiro o pergamino7, y muchos siglos más tarde el canciller Ercambaldo hacía más o menos lo mismo, al menos si creemos lo que dice Teodulfo de Orleans:
Non Ercambaldi sollers praesentia desit,
cuius fidam armat bina tabella manum,
pendula queae lateri manuum cito membra revisat
verbaque suscipiat, quae sine voce canat8.
De un modo similar Ekkehard de San Gall las usaba para escribir en taquigrafía las instrucciones de Otón II:
Ekkehardus autem, notularum paritissimus, paenae omnia haec eisdem notavi in tabula verbis; quibus Otto suus postea, ut ipse nobis retulit, multum delectatus est sibi relictis, cum ipse praeter notulas nichil in tabula viderit9.
Abbo de Fleury llevaba las cuentas de su monasterio en este mismo tipo de soporte, pues cuando en el año 1004 una revuelta lo sorprendió en el priorato de La Reolle, estaba quasdam computi ratiunculas dictitans, y salió a toda prisa pugillares gerens in manibus tabellas cum stilo10.
Finalmente, Esmaragdo de San Mihiel solía escribir sus lecciones en tablillas enceradas, y sus estudiantes se las ingeniaban luego para transcribir los contenidos sobre pergamino:
Cum secundum intellectus mei capacitatem grammaticam fratribus traderem, coeperunt aliqui audita libenter excipere et de tabellis in membranulas transmutare, ut quod libenter auribus hauserant, frequentata lectione fortius retinerent11.
También las cartas de amistad se escribían sobre tablillas. En 390 S. Agustín se disculpaba con su corresponsal Romaniano porque le había enviado una carta escrita sobre pergamino en lugar de sobre sus tablillas enceradas12, lo que da a entender que escribir una carta y enviarla en las propias tablillas era signo de un profundo afecto, lo mismo que regalar a alguien un díptico de tablillas.
Para el uso documental, en el período romano, se prefería el tríptico, ya que en sus seis caras se podía incluir el texto y mantenerlo oculto y por lo tanto debidamente protegido. La disposición habitual era como sigue:
Pero las tablillas también fueron utilizadas en alguna ocasión como armas. Cuando S. Patricio se presentó en Irlanda cum tabulis in manibus scriptis, la gente las interpretó como un arma peligrosa13. Estaríamos tentados a creer que los irlandeses las estaban considerando como un artefacto con algún tipo de poderes mágicos, si no fuese porque sabemos de algunas personas que fueron asesinadas utilizando tablillas como arma criminal, como en efecto le ocurrió a un joven estudiante de Corvey14 y mucho antes al mártir Cassiano, según se narra en el relato de Gregorio de Tours:
Cassianus martyr Italiae, puerorum magnificus doctor, adveniente persecutione, ipse puerili ac tenero gregi persecutorum iudicio traditur. At illi magistri sanguinem sitientes, ceratas caput inlidunt tabellas, secantes latitudinibus stilorum punctisque minutis transverberantes membra magistri, dignum Deo martyrem effecerunt15.
Una mención aparte merecen aquellas tabellae de marfil que responden a la denominación de “dípticos consulares”. Iban enceradas en sus caras internas y espléndidamente trabajadas en las externas. Se mandaban hacer por parte del interesado con motivo de su elevación a la magistratura que da nombre al objeto, para distribuirlas entre amigos y familiares. Se han conservado 67 piezas de estas. El ejemplar más antiguo es un díptico sacerdotal del año 388 conservado en el Museo Arqueológico de Madrid. El primero consular propiamente dicho es del año 406 y está custodiado en la catedral de Aosta. El más reciente es del siglo VII. La causa de la conservación de tales ejemplares ha sido la ornamentación externa. En algunos caso san servido de tapas para otras obras.
Quizá relacionados con los dípticos consulares están los dípticos litúrgicos. En ellos se escribían los nombres de los vivos y los muertos por los que se rogaba en el curso de la celebración litúrgica.
Por último, no se pueden dejar de mencionar las 163 tablillas de pizarra de los siglos VI y VII que fueron halladas entre las provincias de Salamanca y Ávila y que contienen escritos de registros muy diferentes, desde relaciones de pagos de censos y listas con nombres de campesinos, a trabajos escolares, textos litúrgicos, cartas y una gran variedad de documentos jurídicos.
1. Wattenbach, Das Schriftwesen im Mittelalter, 3rd. ed., p. XXXX..↩
2. Por ejemplo, el famoso polítipco de tablillas de Dublín.↩
3. Aenigm. xxxii. Mi origen fue (la cera de) las abejas melíferas, pero mi parte exterior creció en los bosques. El cuero resistente me proveyó de zapatos. Ahora una punta de hierro corta sobre mi cara maleable en movimentos ondulantes y talla surcos a manera de arado; pero la sagrada semilla que dará lugar a la cosecha la traen los cielos, y produce abundantes gavillas de su multiplicada cosecha. Pero, ¡ay!, esta cosecha es destruida por armas feroces!. Traducido a partir de la traducción al inglés moderno de Lapidge y Rossier, Aldhelm: the poetic works, p. 76..↩
4. Algunos ejempos más se pueden encontrar en Wattenbach, Das Schriftwesen, p. 51.↩
5. Cit. Wattenbach, Das Schriftwesen..., p. 51..↩
6. Ibid.↩
7. Carlo Bertelli, “The production and distribution of books”, p. 46.↩
8. Ad Carolum regem, v. 147-150.↩
9. Ekk. Casus Sancti Galli, MGH, II, 140, corregido por Wattenbach, ibid.↩
10. Vita auct. Aimoino, VI, 1, 55. Cit Wattenbach, ibid., p. 59.↩
11. Cit. H. Keil, De Grammaticis quibusdam latinis infimae aetatis commentatio, 1868, p. 20.↩
12. Ep. 15 a Romanianus: Non haec epistola sic inopiam chartae indicat, ut membranas saltem abundare testetur. Tabellas eburneas quas habeo, avunculo tuo cum litteris misi. Tu enim huic pelliculae facilius ignosces, quia differri non potuit quod ei scripsi, et tibi non scribere etiam ineptissimum existimavi. Sed tabellas, si quae ibi nostrae sunt, propter huiusmodi necessitates, mittas peto. Scripsi quiddam de catholica religione, quantum Dominus dare dignatus est, quod tibi volo ante adventum meum mittere, si charta interim non desit. Tolerabis enim qualemcumque scripturam ex officina Maiorini. ↩
13. J. Stevenson, “Literacy in Ireland”, p. 20.↩
14. Vita Anscharii 4, MGH SS 2, 692.↩
15. In gloria martyrum, I, 42.↩