El papel es un invento chino, debido, según la tradición a Ts’ai Lun, habitante de la región de Hunan y oficial del emperador Hai, en el año 105 d.C., aunque los primeros testimonios conocidos son unas cartas del año 137.
En el año 751, tras la batalla de Samarcanda, los árabes tomaron prisioneros a unos artesanos fabricantes de papel y les obligaron a desvelar el secreto de su fabricación. A partir de esa fecha el papel comienza su ruta hacia occidente, siguiendo una doble trayectoria por el norte y el sur del Mediterráneo, según puede apreciarse en el mapa adjunto.
A continuación se enumeran los principales hitos de la introducción del papel en Europa:
Durante la Edad Media el papel recibió el nombre de charta papyri. En la cuenca oriental del Mediterráneo se utilizaban los adjetivos de bagdatikós o bambykinos, que pasan a occidente como charta bombycina, gossypina, cuttunea y xylina. En España son comunes las denominaciones de charta pannucea o “pergamino de trapos” (por oposición al pergamino de cuero).
El parecido fonético de las palabras latinas bambycina y bombyx (algodón) favoreció la creencia de que esta materia vegetal era el ingrediente primordial en la fabricación del papel. Pero se trata de una falsa etimología. J. Wiesner, de la universidad de Viena, analizó millares de muestras de papel de diversas épocas y procedencias y no encontró algodón en ninguna.
Los primeros papeles oriundos de China utilizaban como materia prima de un tipo de hoja de mora (Morus papyrifera sativa), perteneciente a la familia de las monocotiledóneas. Pero cuando el procedimiento artesanal traspasó las fronteras de su país de origen, este componente tuvo que ser sustituido, ya que tal variedad no se encuentra en otras regiones. Por esta razón las recetas se simplificaron, y empezaron a utilizarse como ingredientes básicos trapos de lino y, en menor proporción, de cáñamo.
Como en el proceso de fabricación del papel tradicional es preciso utilizar una gran cantidad de agua, los molinos papeleros se hallan siempre en parajes realmente idílicos, muy próximos a algún río.
Todavía existen algunos talleres donde el papel se sigue fabricando de manera artesanal, por ejemplo en Ambert (Francia) y Capellades (España). Una lista bastante completa de los molinos y museos papeleros de Europa puede encontrarse en http://www.paperhistory.org/Museums/
El primer paso de todo el proceso de producción era seleccionar los trapos por colores, cortarlos en trozos relativamente pequeños y lavarlos y blanquearlos utilizando una lejía hecha a base de cenizas de madera.
Estos materiales eran previamente deshechos en unas grandes pilas y dejados a macerar en agua hasta que las fibras quedaban reducidas a una pulpa homogénea. En un principio la operación se hacía a mano, y más tarde mediante muelas de piedra accionadas por animales; en el siglo XIII, al parecer en Italia, estas muelas fueron sustituidas por unos martillos de madera accionados por una rueda movida por agua corriente.
El producto resultante o pasta se depositaba en una cubeta metálica o tina, y allí se mantenía a temperatura constante.
El artesano introducía entonces un tamiz rectangular llamado “forma” en el recipiente. Sobre dicho cedazo, al ser extraído, quedaba una delgada película de la sustancia allí retenida, la cual era depositada a continuación sobre un fieltro, para que este absorbiese el exceso de líquido y se iniciara el proceso de secado.
Luego un número determinado de fieltros, con sus correspondientes hojas, era colocado bajo una prensa para eliminar el agua sobrante y ultimar su alisamiento.
El paso siguiente era tender las hojas para que se secasen completamente.
Posteriormente dichas hojas se encolaban por inmersión, operación que implicaba un nuevo prensado con la finalidad de escurrir la cola sobrante. Un segundo tendido lograba el secado definitivo del producto.
El acabado final consistía en dejar la superficie uniforme y apta para la escritura mediante un satinado y alisado de cada hoja.
La forma es u molde rectangular compuesto por una capa reticular de hilos que primitivamente eran de fibras vegetales o crin de caballo y más tarde metálicos, entrecruzados y por un bastidor de madera en el cual aquella se sujeta. Su finalidad es recoger las materias en suspensión existentes en la pasta acuosa del papel, las cuales, al depositarse sobre el entramado, constituyen una ligera película, que no es otra cosa que la futura hoja.
Se conocen tres tipos de formas: forma flotante, forma oriental o flexible y forma occidental o rígida.
La forma flotante es la más rudimentaria, ya que está formada simplemente por un bastidor de madera sobre el que se fijaba una tela. Para fabricar la hoja de papel la forma se sumerge en la tina con el agua y la pasta de papel y se la deja libre hasta que regresa a la superficie. Era una forma muy lenta de fabricar las hojas, y por lo tanto antieconómica.
La forma flexible está formada por un bastidor rectangular de madera reforzado por dos traviesas paralelas a los lados cortos; un segundo rectángulo, de dimensiones similares, está formado por fibras vegetales (puntizones) dispuestas en sentido longitudinal; los puntizones están unidos entre sí por los hilos de cadeneta, colocados a intervalos más o menos regulares, a veces en grupos de dos o tres.
Para fabricar el papel con este tipo de forma, el operario agarra la forma por los lados más cortos y la sumerge en la tina, para sacarla inmediatamente, dejando escurrir el agua, y deposita entonces la pasta de papel ya en forma de hoja sobre un fieltro, de modo que puede repetir la operación una y ora vez, por lo que el proceso es mucho más rápido que en el caso de la forma flotante.
Sin embargo, como las cadenetas no descansan sobre soportes (corondeles en la forma occidental), se deforma rápidamente, de modo que las improntas dejadas sobre la hoja son irregulares y los puntizones se ven curvados y las marcas de las cadenetas toman una dirección oblicua, según se muestra en la figura.
La forma rígida se compone de dos partes diferentes, el bastidor y la frasqueta. El primero está reforzado de unas piezas de sección triangular denominadas corondeles que sirven de apoyo a los puntizones y sobre las que discurren los hilos de cadeneta, de modo que la forma nunca (o muy difícilmente) se deformará.
Los diferentes componentes de la forma rígida son:
La siguiente figura muestra cómo los hilos de cadeneta van montados sobre los corondeles, con o sin hilo fijo, y cómo se fijan a ellos mediante el hilo de ataque o manucordio (el hilo que sujeta el hilo de cadeneta a los corondeles):
Como se puede ver, las modalidades posibles de fijación de los puntizones son:
La forma deja en el papel una serie de marcas muy características, de modo que la forma puede reconstruirse a través de ellas.
La filigrana es una silueta hecha con hilos metálicos y fijada en el entramado de la forma que deja una impronta en la hoja de papel que servía de marca de fabricante. Solía colocarse en el centro de una de las dos mitades de la forma, de modo que su posición en el libro es un buen indicativo del formato original del pliego de papel.
De origen italiano, la filigrana está testimoniada desde 1282. Cuando se puede identificar, lo cual es muy habitual a partir del siglo XV, la filigrana facilita la tarea de datar tópica y crónicamente un manuscrito. Para ello existen repertorios de filigranas que son de uso obligado para el codicólogo. Además hay que tener en cuenta la posición exacta de la filigrana sobre los corondeles y puntizones: cuando coinciden el formato de la hoja, las distancias de los corondeles y puntizones y el diseño de la filigrana, se puede estar seguro de la identificación.
El establecimiento de una datación en virtud de este único criterio supone siempre calcular una fecha con un margen de error en torno a unos quince años. El período de “vida” atribuible a una forma usada normalmente en un taller de producción es de dos años. A esta cifra hay que añadir el plazo de tiempo medio hasta que el papel virgen es utilizado. Todo lo cual, sumando ambas cantidades, nos da el plazo mencionado de unos 15 años.
Durante el proceso de elaboración del papel trabajaban simultáneamente dos operarios, quienes utilizaban sendas formas de manera sucesiva. Ambas solían ofrecer el mismo diseño de la filigrana, pero con ligeras variantes, pues estaban hechas a mano. Estos dos signos son denominados “gemelos” y a veces se encuentran alternativamente en los cuadernos que componen el códice.
Además de la filigrana puede encontrarse un distintivo secundario o contramarca de pequeñas dimensiones, situado en alguno de los ángulos de la mitad de la hoja. Generalmente se reduce a unas iniciales o letras más o menos ornamentadas y permite distinguir los diferentes fabricantes que utilizan una misma filigrana. Esta segunda señal empieza a difundirse a partir del siglo XV en Venecia. A finales del XV es frecuente encontrar signos dobles.
La aparición de la filigrana y la contramarca en el interior del cuaderno es variable. Una de las modalidades posibles es, por ejemplo, la siguiente:
En función de las materias utilizadas en la fabricación y las diferencias en la forma se pueden distinguir dos tipos fundamentales de papel, a saber, oriental y occidental, además de variedades locales.
En la actualidad se prefiere el nombre de papel sin filigrana o papel no verjurado, ya que estrictamente hablando no todos los papeles que caen bajo esta categoría son árabes ni fueron fabricados en Oriente.
Se caracteriza por:
Se pueden distinguir seis tipos distintos de papel no verjurado:
Entre los documentos en papel más antiguos conservados en bibliotecas occidentales se encuentran el Codex Warner, 228, de la biblioteca universitaria de Leiden, que data del año 866 y contiene un glosario de términos raros utilizados en el Corán, y un tratado de gramática árabe del año 983 actualmente en la Bodleian Library de Oxford.
El primer ejemplo conocido de un manuscrito griego en papel oriental es el códice Vat. gr. 2200, de finales del siglo VIII, pero parece ser un caso excepcional, ya que el papel no parece haberse generalizado en el mundo griego hasta el siglo XI.
La fabricación de papel oriental comienza a declinar en el Magreb en el siglo XIV, pero continuó fabricándose papel “a la antigua” en Persia hasta el siglo XVII, en Asia central hasta la conquista rusa y en la India hasta nuestros días.
Se caracteriza por:
En España los principales tipos de papel testimoniados son:
El tipo árabe occidental o papel toledano; tiene el formato tradicional árabe, siendo lo más usual unos 275 x 375 mm.; es recio, bien encolado, muy pulido y satinado. Se suelen distinguir por la presencia de una marca en forma de zigzag, perceptible al trasluz, en la mitad de la hoja o en un tercio de su longitud.
La finalidad de esta señal es incierta y se han formulado diversas hipótesis explicativas. Algunos han querido ver en ella un deseo de imitar las cuchilladas que a veces se perciben en el pergamino, ya que en sus inicios el papel era un sucedáneo y sus fabricantes intentarían conseguir el mayor parecido posible con el pergamino. Pero esta hipótesis resulta poco convincente. Estève (2001) piensa que el origen de esta particularidad reside más bien en el proceso seguido para el encolado.
El segundo tipo es el papel producido en Italia, aunque tal vez los primeros papeles de esta modalidad fueran de hecho hispánicos, pero desde muy pronto diversas ciudades italianas se hicieron con la hegemonía de la industria. Entre todas ellas destaca Fabriano, en cuyos talleres se solían fabricar sobre todo dos formatos: 350 x 490 mm y 290 x 450 mm, siendo este último más frecuente. Así mismo se introdujeron innovaciones en la forma con la finalidad de aproximar los corondeles entre sí y se introdujo la filigrana.
Una variedad parecida a la anterior por su aspecto es la fabricada en Cataluña y Valencia. Este papel se caracteriza por estar hecho a base de trapos de lino con un porcentaje de cáñamo que no supera el 25%. Los corondeles, al carecer de un listón de madera que los afiance, suelen estar curvados u ondulados. En cambio los puntizones están bien tensos. Los espacios entre los hilos verticales (de 9 a 11) oscilan entre 43-50 y 34-40 mm. Presenta una gran variedad de formatos.
El papel ceptí fue el más difundido en Castilla durante la Baja Edad Media. Se caracteriza por la presencia de filigrana y la falta de estandarización en el tamaño.
Las dimensiones encontradas en la Península Ibérica son las siguientes:
Para empezar, es importante hacer notar que es frecuente que en un mismo manuscrito las hojas de papel no tengan exactamente la misma procedencia, por lo que será necesario ir examinando hoja por hoja, y describir por separado cada uno de los tipos identificados.
Los procedimientos existentes para observar las marcas dejadas por la forma en la hoja son varios.
Algunos de ellos necesitan complejos equipos que no están por lo común accesibles al codicólogo. La observación del papel al trasluz será entonces suficiente.
Las marcas que deben observarse son las siguientes:
Algunas de estas marcas son características del papel oriental y otras del papel occidental, por lo que la observación y descripción de estos dos tipos de papeles requiere procedimientos ligeramente diferentes.
Para los papeles no verjurados habrá que observar la posible deformación de la forma, midiendo tanto la desviación como la distancia media entre corondeles y sus posibles agrupaciones, y el espacio ocupado por 20 puntizones. Para el zigzag, en caso de existir, se anotará si los trazos son continuos o discontinuos, regulares o irregulares, las hojas en las que son observables y la posición dentro de la hoja.
Para los papeles verjurados, además de los parámetros indicados en el párrafo anterior (excepto la deformación de la forma, que en principio no sucederá) habrá que tener en cuenta todo lo concerniente a la filigrana.
El taller de restauración del Departamento de Artes Gráficas del Museo del Louvre ha establecido un protocolo con el fin de normalizar la descripción de una filigrana. Según este proyecto la reproducción debe comprender los siguientes elementos:
Para identificar la presencia de signos gemelos lo más aconsejable es reproducir fielmente mediante calco el diseño, sirviéndose de un soporte transparente colocado sobre la hoja portadora de la filigrana. Si son visibles se dibujarán los signos gemelos y luego se superponen los dos calcos para comprobar las diferencias.
Otras características físicas del papel que deben observarse son el color, el grosor, la flexibilidad o rigidez de la hoja y la calidad de la pasta, aunque la valoración de todas ellas, a excepción del grosor, ha de hacerse necesariamente en términos subjetivos.
El formato original de la hoja y el modo en que ha sido plegada se tratará en la unidad didáctica sobre “La organización material del códice”.