El siguiente paso que tendría que seguir un artesano medieval era materializar en la superficie virgen de su soporte escriptorio un número adecuado de superficies escribibles, cada una de las cuales debía ser individualmente accesible tanto para el copista como para el futuro lector, y eventualmente convertirse en objeto de referencia. Esas superficies constituyen la página, y dentro de ellas las áreas destinadas a contener el texto.
La voz pagina, pertenece en sus orígenes al vocabulario agrícola y se refería al emparrado sostenido por soportes hincados en el suelo (pagi). Probablemente las líneas paralelas del texto escrito se asemejaban a los sarmientos estirados en horizontal y a los racimos escalonados. En su acepción libraría originaria, página no es otra cosa que el espacio lleno de signos abstractos, la columna de escritura que ocupa una porción del rollo.
esde los orígenes del libro, la altura de la página determinaba el máximo de escritura que se podía disponer en sentido vertical, en tanto que en el sentido horizontal la longitud de las líneas estaba condicionada por la amplitud del campo visual del lector, que gestiona el paso de una línea a la siguiente de forma mucho más ágil cuando las líneas son relativamente cortas (todos hemos experimentado la dificultad de leer líneas de texto muy largas, pues los ojos deben proceder a saltos y la posibilidad de perderse en el cambio de línea, repitiendo la ya leída o saltándose alguna, es relativamente grande).
Por tanto, la cuestión fundamental a la hora de diseñar un libro (en terminología tipográfica actual diríamos "componer" y más coloquialmente “maquetar”) consiste en gestionar de manera funcional la interacción entre la entidad de la “masa textual” (la totalidad de los caracteres, es decir, letras, signos de puntuación, abreviaciones y otros símbolos, que componen el texto) y el espacio disponible. Y gestionar de manera funcional significa en primer lugar producir un objeto de dimensiones óptimas para la finalidad a la que se lo destina, pero sin descuidar al lector, al que se debe procurar una aproximación cómoda al texto escrito. En la práctica, se trata de dividir el conjunto del texto en páginas, y el texto de cada página en líneas, y aunque el resultado variará dependiendo del contenido textual y de la naturaleza del soporte escriptorio, descansa sobre un gran número de convenciones. En el ámbito de la Codicología a esta operación de gestión del espacio dentro de la página se la denomina mise-en-page.
Si las expresiones página y libro son heredadas de la Antigüedad, mise-en-page, expresión francesa que se suele utilizar para expresar la distribución de los espacios escritos sobre la hoja, procede del mundo de las artes gráficas, estando constatada por primera vez en el artículo “Imprenta” de la Enciclopedia (tomo VIII, p. 611), de 1765, donde está definida como
“rassemble les paquets de composition pour en faire des pages et des feuilles” (“reunión de los paquetes de composición para componer las páginas y las hojas”).
En español se puede utilizar la expresión “impaginación” (layout en inglés), pero en el vocabulario codicológico internacional la expresión mise-en-page ha tomado carta de naturaleza y está generalmente aceptada.
Nacida como un modo de gestionar las limitaciones espaciales del soporte escriptorio y las limitaciones del campo visual humano, toda la historia de la mise-en-page es la evolución de técnicas cada vez más refinadas para facilitar la reproducción del texto y su recuperación. Pero no todo es funcionalidad, ya que los criterios estéticos y la búsqueda de la armonía y la proporción (y la simbología implicada por ella) han jugado un lugar importante en los diseños de muchos códices medievales.
La organización del espacio escrito, muy simple al inicio (unas cuantas líneas paralelas de la misma longitud) se confirma cuando se introducen marcas suscitadas por el estatuto de los textos y el uso que de él hacen las comunidades de lectores, pues la organización de la página es el reflejo de exigencias lingüísticas y de técnicas de cultura.
La imagen puede acompañar al texto como un suplemento, desarrollando un discurso sobreañadido en paralelo. La mise-en-page organiza entonces la relación compleja del signo lingüístico y del ornamento, del instrumento de comunicación y de la obra de arte.
En el estudio de la mise-en-page se deben tener en cuenta los siguientes elementos: