La Paleografía de análisis o de la crítica, cuyos postulados fueron enunciados por Mallon y Gilissen1, se propone identificar, autentificar y clasificar los grafismos, ofreciendo así los textos fijados, en cuanto a su escritura, para auxiliar a la crítica histórica o literaria, la Codicología, la Diplomática, etc.
El método de análisis de Mallon y Gilissen parte de la dificultad objetiva a que se enfrenta la necesidad de autentificar e identificar las escrituras manuscritas: desgraciadamente, más a menudo de lo que sería conveniente, el investigador se ve forzado a emitir un juicio de conjunto, a concluir por medio de una afirmación o de una negación basadas en la intuición personal, sin que el análisis haya podido tener en cuenta ciertos elementos que hubiera sido necesario examinar en las escrituras confrontadas.
El método de análisis se basa en los siguientes principios:
Para lograr sus objetivos, la Paleografía de análisis utiliza criterios objetivos de cuantificación2. Se trata de los elementos de la escritura enunciados principalmente por J. Mallon, que son: forma o morfologia, ductus, ángulo de escritura, ángulo de inclinación, módulo, relación modular, peso, ritmo y estilo.
Forma o morfología es el aspecto exterior que da el escriba a cada letra. En general, se admitirá que dentro de un sistema reconocido, el límite está representado por lo esencial de las formas, que no es otra cosa que el signo convencional al cual todos los individuos que se hallan dentro del sistema atribuyen el significado de la cosa que representa. La escritura será tanto más legible cuanto más semejante sea el aspecto exterior de él a la forma esencial de la letra significada, y cuanto mejor conocido sea para el lector el sistema empleado.
La morfología es el elemento de la escritura del cual todos los demás se deducen.
Es verdad que el sistema latino es tremendamente flexible en cuanto a la forma que sus signos pueden revestir (siempre dentro del límite de lo reconocible), pero cuando se habla de un tipo bien precisado, la flexibilidad es menor, aunque siempre caben variaciones.
Aunque en lo más básico estas "formas esenciales" se han mantenido, muchos signos han experimentado tales cambios en su aspecto exterior que sólo el conocimiento de la historia de la escritura permite encontrar su igualdad de significación. Por fortuna, es extremadamente infrecuente que un signo varíe de significación. Lo que sí es extremadamente variable en la escritura es el aspecto exterior de los signos, sometido a la voluntad creadora de los calígrafos y a las modas. Es decir, que mientras las "formas esenciales" se han mantenido más o menos inalteradas, la "manera de ser" de éstas ha variado notablemente a lo largo de los siglos.
El ductus, esto es, el orden o sucesión de trazos de las letras, agrupados en varios tiempos o en uno solo, y el sentido en que se ha hecho cada uno, sentido que se indicará por medio de flechas. Pero el "estudio del ductus no consiste solamente en descomponer las letras en trazos, sino en precisar el orden en que estos han sido ejecutados y su sentido...
Una vez conocida la posición del instrumento..., un trazo horizontal no puede trazarse de derecha a izquierda, ni un trazo vertical de abajo a arriba... un trazo oblicuo inclinado hacia abajo y a la derecha no puede trazarse remontando desde la derecha hacia la izquierda. Por el contrario, si un trazo oblicuo está inclinado hacia abajo y a la izquierda, puede haber sido hecho descendiendo de derecha a izquierda o ascendiendo de izquierda a derecha, pues las dos formas son posibles"3.
El ductus es muy impersonal, ya que la mayor parte de los escribas de una época siguen el mismo ductus.
J. Mallon, en su magistral obra Paléographie Romaine, utiliza el estudio del ductus para seguir y comprender la evolución morfológica de la escritura. La aplicación por él de este método tiende a explicar principalmente la metamorfosis de la escritura romana de los siglos II y III, pero los resultados de su experiencia, aunque voluntariamente se han restringido a este período, permiten su extensión al estudio de otras transformaciones experimentadas por la escritura latina en el curso de su larga existencia.
Gilissen distingue entre el ductus esencial, que coincide con lo que entiende Mallon por ductus, y el ductus completo, que incluye todos los movimientos de trazado de las letras, incluso los elementos accesorios y aun aquellos que no han dejado huellas. Para Pratessi (en general para los paleógrafos italianos), el ductus es el grado de velocidad en la ejecución de la escritura, mientras al ductus de Mallon lo denomina "trattegio"4.
Una hipótesis que Mallon ha logrado verificar perfectamente es que formas muy diferentes pueden tener el mismo ductus, o, si se invierte esta proposición, un mismo ductus puede producir formas muy diferentes.
El descubrimiento del ductus por Mallon impactó de tal manera a la comunidad científica que algunos estuvieron tentados de utilizarlo como una auténtica panacea que resolviera todos los problemas de la escritura, cuando no se puede concluir que de la identidad del ductus pueda derivarse una identidad de mano, puesto que es uno de los elementos más despersonalizados de la escritura y es común no solamente a las escrituras del mismo tipo, sino incluso a escrituras de morfología diferente.
El ángulo de escritura está determinado por la posición del instrumento escriptorio y la línea de la escritura.
Sucede, sin embargo, que la posición de la pluma, por su forma naturalmente arqueada, no toma exactamente la dirección del ángulo de escritura: solamente la ranura está rigurosamente en ese ángulo. Además, hace falta observar que el ángulo de escritura es el resultante de la proyección sobre un plano de una figura de ángulo que se produce en el espacio, es decir, que es necesario llevar a dos dimensiones una realidad que sucede en tres. Por último, se puede cuestionar en qué grado influye también sobre el ángulo de escritura la inclinación del escritorio, la posición de la hoja y los ángulos formados por la talla del bisel de la pluma.
La respuesta es mucho más sencilla de lo que pudiera parecer en un primer momento, porque el problema planteado por todas estas combinaciones de ángulos es mucho menos determinante para el observador que para el escriba, porque este sólo ejecutará bien su trabajo si su pluma está tallada por su propia mano, con el pergamino y el escritorio en l a inclinación a la que esté acostumbrado. Si cualquier de estos elementos se viese alterado, el escriba alterará los restantes para mantener las posiciones relativas de todos.
Para Mallon es el ángulo compuesto por los trazos más gruesos y la línea de escritura, mientras que para Marichal es el de los trazos más finos y la caja de escritura, y para Gilissen es el ángulo de ataque de los trazos gruesos, la perpendicularidad de la dirección de los trazos finos, según la dirección de la línea de escritura.
De todas maneras, cualquiera que sea el ángulo tomado en consideración, desde el momento en que es constante y que ha sido medido conscientemente, permite recurrir a la ayuda de una simple operación, adición o sustracción, sin importar qué ángulo ha de ser el primero, o su complementario o su suplementario. Así, el ángulo de escritura de R. Marichal se obtiene sustrayendo 90º al de Mallon.
Con el fin de evitar problemas y sobre todo con el fin de no multiplicar las referencias a diversas opiniones, es mejor devolver todos los datos del problema a las simples pero rigurosas operaciones.
Para medir el ángulo formado por los trazos más gruesos y el renglón (o este y los más finos), bastará colocar sobre la página escrita un papel transparente o una plaqueta de plexiglás sobre la que se haya dibujado una cuadrícula regular, hacer girar la plaqueta hasta que el cuadriculado tenga la misma dirección que los trazos más gruesos y más finos y con un transportador de ángulos medir el ángulo formado por los más gruesos (para el ángulo de Mallon) con la línea horizontal del escrito.
Como el ángulo es uno de los elementos más personales de la escritura, puede concluirse que en dos escrituras idénticas en ductus, peso y módulo, pero de ángulos distintos, es lícito suponer la intervención de algún otro escriba, o por lo menos un cambio en la situación del mismo copista.
En el ejemplo de arriba, compárese el primer dibujo, en el que el ángulo de escritura se mantiene constante, con el segundo, en el que el ángulo se ha ido variando para conseguir alterar los grosores de los trazos; este movimiento de la pluma requeriría gran atención y esfuerzo por parte del copista. El tercer dibujo sería prácticamente imposible de trazar con una pluma, a menos que se hiciera girar el papel, mientras que la mano derecha con la pluma se mantuviera lo más estable posible.
El ángulo de inclinación es el formado por los astiles de las letras derechas y oblicuas en relación a la pauta horizontal de la escritura5.
Módulo6 es descrito por Mallon como "las dimensiones de las formas: la anchura (que varía mucho de una letra a otra en el mismo alfabeto de una escritura y puede ser comparada entre las mismas letras de ejemplos diferentes), y, sobre todo, la altura. Cuando las letras de un mismo ejemplar no tienen una altura uniforme, la altura se mide no por los trazos largos que suben y bajan rebasando la línea, sino la dimensión media del cuerpo de la línea"7.
Aunque el término "módulo" tiene implícito el concepto de proporción y este el de relación, para evitar malentendidos es mejor continuar empleando el término "módulo" para designar las dimensiones absolutas de las letras y, sin temer el pleonasmo, hablar de "relación modular" para hacer referencia a la proporción entre altura y anchura de las letras8.
Por altura de las letras, según Mallon, se entiende "la dimensión media del cuerpo de la línea", es decir, la altura media de las letras.
Pero su expresión en una unidad de medida cualquiera no tiene en cuenta las condiciones materiales que condicionan al escriba, como son el formato de la página, el formato de la justificación, el número de líneas por página, la fórmula y dimensiones del pautado y el espesor de los trazos ejecutados por una pluma de punta ancha o en punta, ni otros tipos de causas (ejemplar: los modelos morfológicos y artísticos que inspiran al escriba; la eficiente: el escriba y la complejidad de todo su ser en el momento en que escribe, etc.). Si los signos y las letras son trazados por el escriba entre dos líneas horizontales, los renglones (aunque no es necesario que estas dos líneas estén previamente trazadas en el papel, ya que pueden ser imaginarias), la elección de la altura estará determinada y limitada por el espaciamiento entre tales líneas.
Ahora bien, como el espaciamiento entre renglones es susceptible de variar hasta el infinito en una misma página (si no existe pautado previo la causa es evidente, y si existe, a causa de pequeños errores en los instrumentos de medición), habrá que considerar no la distancia entre dos renglones consecutivos específicos, sino la distancia media entre los renglones de la página completa, esto es, la distancia comprendida entre el primer y el último renglón dividida por el número de renglones (UR = unidad de renglón). Y es dentro de esta distancia donde habrá que considerar la altura media de las letras, en términos de relación: dividiendo el espacio entre renglones en diez partes iguales, se indicará cuántas de estas diez partes ha ocupado el escriba para trazar sus letras.
En general, cada escriba adopta una misma fracción de UR, independientemente de la dimensión absoluta del espacio entre renglones.
Si se puede medir la altura media de las letras, conviene también calcular la anchura, pero como cada letra del alfabeto tiene una anchura distinta (no ocupa lo mismo una i que una m), es preciso medir una cantidad suficiente de letras dentro de un texto (lo óptimo sería medirlas todas), sumar todas las medidas y dividir el resultado por el número de letras tomadas en cuenta; no se contarán tildes, acentos ni signos de puntuación y abreviación.
La anchura, como también, en menor medida, la altura, dependerá de la anchura de la punta de la pluma, pero, precisamente la "personalización" de su pluma por parte de cada escriba se convierte en una gran ventaja para el paleógrafo que investiga para descubrir, para singularizar a cada escriba y para diferenciarlo, mediante el análisis, de sus colegas. Y la utilización de un instrumento tan personal permite acentuar aún más las diferencias modulares que se pretenden establecer entre varios copistas.
Una vez conocida la altura media y la anchura media, la proporción entre ambas descubrirá la relación modular. El resultado no será significativo más que comparativamente a otro escriba o a otro sondeo que se haga en otro fragmento del texto escrito por el mismo escriba.
Peso es la relación entre los trazos gruesos y finos de las letras. Jean Mallon no da una definición precisa de lo que entiende por peso, pero del empleo de los adjetivos "pesada" y "ligera" aplicados a la escritura, se deduce que este elemento es consecuencia del instrumento escriptorio utilizado, pero que es en última instancia la mano la que determina la pesadez o ligereza de una escritura. La flexibilidad de una pluma de ave tallada, cuya punta haya sido biselada o hendida, permite al escriba unas posibilidades de trazos con espesores muy contrastados, mientras que el trazado filiforme y uniforme del bolígrafo se adapta perfectamente a lo que llamamos una escritura ligera, pero no indica nada sobre la mano que lo lleva.
La ligereza o pesadez de una escritura es atribuible a cuatro causas principales, a saber: el instrumento, la forma en que éste ha sido calibrado por el escriba, la posición en la que el escriba lo coloca sobre la materia escriptoria y, por último, la forma en la que el escriba hace progresar su pluma a través del trazado sucesivo de los signos. Por otra parte, los elementos que intervienen en el peso de una escritura son los siguientes:
Los dos primeros elementos, esto es, el instrumento y su optimización por el escriba, tienen mucho que ver con la relación modular. La anchura de la pluma, que produce la sensación de claroscuro, no toma su auténtico sentido más que en relación a la altura media de las letras adoptada por el escriba, por lo que se debe buscar no el valor absoluto de la anchura de la pluma, sino cuántas veces esta anchura está contenida en la altura media de las letras.
Los factores c y d son naturalmente complementarios, pues son las facetas estática y dinámica de una misma realidad: en efecto, lo que hace pesada a una escritura es la mayor o menor importancia que reciben los trazos más gruesos.
Ahora bien, la formación de los signos exige el paso de la pluma por el ángulo de escritura, pero este está acompañado por un engrosamiento del trazo: mientras más ancha sea la escritura más acusado aparecerá este ensanchamiento y más pesada será la escritura, por lo cual la anchura media de las letras juega un papel importante, pero, como sabemos, la anchura media no tiene sentido por sí misma, sino en relación con la altura media. Es decir, el peso está influido por la relación modular: a una relación modular elevada le corresponde una escritura ligera y viceversa.
Así pues, en los cálculos del peso de la escritura, la relación modular intervendrá como divisor, puesto que a un número más pequeño corresponde una escritura más ancha y más pesada.
Del mismo modo, un ángulo de escritura agudo entraña pesadez, porque en la progresión de la escritura de izquierda a derecha, el sentido de los ligados de formación y progresión tiende a coincidir con el ángulo de escritura. Un ángulo de escritura agudo exige una mayor amplitud de movimiento, pero a la vez hace que los trazos más gruesos se aproximen a las ligaduras de formación y de progresión de la escritura. Como un ángulo agudo hace una escritura más pesada, se hará entrar en la fórmula el ángulo suplementario de éste, ya que se agranda a medida que se reduce el ángulo de escritura.
Así mismo, es evidente que cuanto más se aproxime el ángulo de inclinación al ángulo de escritura, más pesada es la letra. Así pues, cuanto más agudo sea el ángulo formado por los trazos verticales y los trazos más gruesos, más pesados serán los trazos verticales. Por la misma razón que antes, más que éste ángulo habrá que considerar su suplementario.
Recogiendo todo lo razonado hasta ahora, la fórmula propuesta por Gilissen es
S / (B x R)
donde:
S representa la suma en grados del suplementario del ángulo de escritura y el suplementario del ángulo formado por los trazos más gruesos y los verticales
B es el cociente obtenido de dividir la altura media de las letras por la anchura del trazo más grueso
R es la relación modular de la escritura examinada.
Ritmo es la agilidad y rapidez que se pone de manifiesto en el trazado.
Estilo es la manera peculiar de ser de las formas y que repercute en los demás elementos; tiende a unificar lo que la forma tiende a diferenciar.
Resultado de los elementos constitutivos de la escritura son las categorías genéricas de la escritura. Así, según la morfología y el módulo de los signos, distinguiremos entre escritura mayúscula y minúscula; según el ductus y el trazado, las escrituras pueden ser pausadas, cursivas, semicursivas y caligráficas. Otras categorías han sido consagradas por el empleo que se ha hecho de ellas, como las de escritura elemental, usual, cancilleresca, libraria, canonizada y tipificada.
En este momento estamos trabajando en este segmento
En pocos días estará ya listo
Pedimos disculpas por las molestias
1. .↩
2. .↩
3. .↩
4. .↩
5. .↩
6. .↩
7. .↩
8. .↩
9. Caja del renglón: espacio formado por dos líneas paralelas y generalmente horizontales, reales o imaginarias, que inscriben los cuerpos de las letras (es decir, la parte principal, que no es ni astil ni caído).↩
10. Astil: parte de la letra que sobresale por arriba de la caja del renglón.↩
11. Caído: parte de la letra que sobresale por debajo de la caja del renglón.↩