La tercera categoría de decoración que puede hallarse en los manuscritos medievales es la que está dispuesta en los márgenes, alrededor del texto en la mayor parte de los casos, pero también de las ilustraciones, sobre todo cuando estas están realizadas a página completa o doble página.
El estudio sistemático de la decoración marginal es relativamente reciente, y a menudo el investigador tropieza con el hecho de que son muy pocos los catálogos de manuscritos que la describen con algún detalle, y la mayoría ni siquiera la mencionan.
La posibilidad de decorar los márgenes es una consecuencia directa del formato de códice: mientras que en el rollo las columnas se suceden dejando muy poco espacio entre una y otra, el códice por el contrario deja un espacio relativamente generoso alrededor del texto. Ya hemos visto en una unidad anterior que ese espacio, originariamente en blanco, fue a veces aprovechado para añadir comentarios de diverso tipo; pues bien, es perfectamente posible que esos comentarios no sean textuales, sino de carácter figurativo.
Los ejemplos más antiguos de ilustraciones colocadas en los márgenes se hallan en la iluminación bizantina, siendo el caso más notable el de los salterios denominados precisamente “salterios de ilustración marginal”, de los que el salterio Chludov es el representante mejor conocido, en los que la imagen suele ser una traducción gráfica del texto, pero que también en ocasiones hace las veces de comentario, en cuanto que al presentar una imagen derivada de otro texto induce al lector a relacionar ambos. En Occidente se encuentra este tipo de ilustración marginal sobre todo en manuscritos Italianos, pero no es tan habitual como en el mundo bizantino.
La disposición marginal de las imágenes ofrece indudablemente la ventaja de que permite una ilustración continuada del texto, pero sin obligar a una planificación previa de la mise-en-page. Este procedimiento es evidente por ejemplo en el manuscrito de los Annales Ianuenses, copiado en Génova (Paris, BN, ms. Lat. 10136), en el que el texto se traduce en pequeñas imágenes colocadas en los márgenes.
Y de hecho puede suceder que el texto anteceda en varios siglos a la ilustración, como es el caso del Tristán actualmente en la Biblioteca Nacional de Francia (París, BN. Ms. Fr. 1463), copiado en el siglo XIII e ilustrado a finales del XIV utilizando el amplio espacio que el copista había dejado en el margen inferior.
Probablemente el manuscrito occidental más famoso que utiliza este tipo de ilustración marginal sea el De arte venandi cum avibus de Federico II de Hohenstauffen, Biblioteca Apostolica Vaticana, Ms. Pal. Lat. 1071.
El otro tipo de decoración marginal es el que se practica en Occidente sobre todo a partir del siglo XIII es de tipo principalmente ornamental, y aparentemente se desarrolla a partir de las antenas, lazos y motivos vegetales que parten de las letras decoradas. Aunque un tanto simplistamente, se puede afirmar que la ornamentación que hasta el siglo XIII se hallaba limitada a la inicial decorada se extiende entonces por los márgenes del folio, dando lugar, en combinación con la cada vez mayor presencia de la iluminación, a un nuevo tipo de libro de lujo. Como hemos visto en el caso de las iniciales, la decoración marginal también respeta y enfatiza la importancia relativa de los distintos pasajes de texto, contribuyendo de este modo a resaltar la jerarquía textual y marcar los diferentes niveles de la organización del texto.
El modo más simple de distinguir entre las distintas divisiones de un texto por medio de la decoración marginal es diferenciar entre el número de márgenes que están decorados. Por ejemplo, una página sin decoración marginal puede representar el nivel más básico de texto, en tanto que la decoración en un solo borde correspondería a un nivel superior de texto y así sucesivamente. Pero la diferencia también puede establecerse mediante los estilos de decoración o el color predominante o la presencia de ciertos motivos más o menos excepcionales en el conjunto del libro. En este caso, los bordes son a la vez ornamentales y funcionales.
Sin embargo, por supuesto la existencia de decoración marginal depende de la suntuosidad que se quisiera dar al libro, y los manuscritos más lujosos están provistos de decoración marginal en todas sus páginas y en cada uno de sus cuatro márgenes, en cuyo caso el valor ornamental prevalece claramente sobre el valor funcional. Y también hay que tener en consideración variantes dependientes de las modas locales e incluso propias de talleres individuales.
En cuanto al número de espacios y a la extensión decorada, los patrones más habituales son los siguientes1:
La decoración marginal puede aparecer en una gran variedad de estilos, en buena medida dependientes de las modas regionales: por ejemplo, un manuscrito flamenco diferirá claramente de otro francés en cuanto a su decoración marginal, e incluso dentro de las regiones generales se pueden distinguir variedades de carácter local, porque los bordes iban evolucionando en cada centro escriptorio y en cada taller, cambiando de estilo decorativo mucho más rápidamente y que los estilos pictóricos, a pesar de que nunca estuvieron tan influidos por los cambios de gusto como las miniaturas.
De entre los tipos decorativos que pueden aparecer en los márgenes, hay cuatro que merecen especial atención: barras, grotescos o drolerías, roleos o rinceaux e ilusionismo pictórico.
Las barras son decoraciones a modo de rectángulos largos y estrechos que se colocan alrededor del área de texto o miniatura. Pueden dividirse a su vez en varios tipos, ya que a menudo se utilizan en conjunción con otros elementos decorativos. Así, las barras pueden ser simples, pero también pueden estar decoradas con lacerías, motivos geométricos, vegetales o algún otro elemento decorativo.
Las drolerías o grotescos son pequeñas figuras casi siempre con un elemento cómico (a menudo criaturas híbridas), cuyas actitudes y/o actividades hacen a veces referencia al contexto de la miniatura o el texto que acompañan, pero que casi siempre introducen temas satíricos o humorísticos.
Como otros tipos de decoración marginal, las drolerías son una especie de extensión de la decoración de las iniciales (que ya al menos desde el s. VII contenía elementos grotescos y seres híbridos), que poco a poco van extendiéndose por los bordes de la página y ganan independencia hasta convertirse en un diseño independiente.
El primer ejemplo de drolerías marginales conservado es el Registro de Inocencio III (Bib. Ap. Vat., Ms. Reg. 4), y tras una serie de tentativas, puede decirse que el género fue codificado en el área de París entre el 1240 y el 1270, y durante los decenios siguientes fue evolucionando en los talleres ingleses, del norte de Francia y de Flandes, para llegar al sur de Francia, España, Italia y Alemania hacia el 1300. El libro de horas de Jeanne d’Evreux, iluminado entre 1324 y 1328 por el artista Jean Pucelle está generalmente considerado como el cénit de la decoración marginal mediante drolerías. Luego su uso continuó durante todo el siglo XIV, pero desde aproximadamente el 1350 ya se halla en decadencia.
La temática principal de las dolerías son escenas cotidianas tratadas desde un punto de vista humorístico y satírico. La caza, el juego, la música y los lances amorosos son probablemente los motivos principales, aunque sus protagonistas son muchas veces animales, pero no faltan alusiones anticlericales e incluso escenas escandalosamente obscenas o blasfemas, lo cual es muy llamativo precisamente porque la inmensa mayoría de los libros decorados con drolerías son libros de horas y salterios, en tanto que están totalmente ausentes de libros que pudieran ser considerados cómicos, como fabliaux.
Y es que no sabemos realmente cómo interpretar las drolerías2, a pesar de que es evidente que el fenómeno no está confinado al mundo librario, pues encontramos escenas similares en los capiteles románicos, en las misericordias de las sillerías de los coros góticos o en la obra pictórica de El Bosco, por ejemplo. La raíz del problema está en el constante uso que las drolerías hacen de lo absurdo y lo monstruoso, y es que con las drolerías el margen de la página se convierte para el artista en el lugar perfecto para el capricho de dejar curso libre a su fantasía y estimular también la fantasía del lector-espectador. Una interpretación posible es que constituyan una representación del “mundo al revés”3 que se hace patente también en algunas fiestas medievales que prolongan el espíritu de las Saturnales romanas (y que aún pervive en el carnaval) y en algunas obras literarias como los fabliaux o el Roman de Renart.
Pero otras tentativas de interpretación incluyen una intención moralizante similar a la que se halla en los exempla4, explotando la antítesis entre las drolerías y el texto sagrado de los salmos o las horas e incluso de la ilustración principal5. Pero esta interpretación moralista tropieza con el inconveniente de que presupone que los comendatarios de los manuscritos con drolerías gustaban de ridiculizar o al menos satirizar sus pasatiempos favoritos como la caza o el amor cortés. Otra posibilidad es que al menos algunas drolerías sean simplemente juegos de palabras que explotan la similitud de unas palabras con otras (por ejemplo el latín lege (=ley) con el inglés leg (=pierna))6, lo que no es imposible, si tenemos en cuenta que procedimientos similares se emplean a menudo como ayuda a la memorización, pero es difícil concebir que todas las drolerías tengan esta finalidad. Y finalmente no falta una interpretación sexista y opresiva de la mujer, que ve alusiones sexuales en prácticamente todas las imágenes7.
Otro tipo de decoración marginal totalmente diferente es el roleo o rinceaux (follajes en francés), que es la decoración realizada a base de motivos vegetales estilizados y enrollados, a veces con acantos intercalados, así como pájaros y otros animales, a menudo con profuso uso del oro. Los roleos o rinceaux se originaron en medios distintos de los manuscritos, y de hecho son muy comunes en los frisos de la arquitectura clásica. En los manuscritos este tipo de decoración es totalmente inexistente con anterioridad a mediados del siglo XIII, siendo especialmente típica de los siglos XIV y XV.
El último tipo de decoración que comentamos aquí es el que hemos denominado ilusionismo pictórico. Característico del siglo XV, deriva probablemente de los roleos o rinceaux en cuanto que se trata originariamente de motivos vegetales, aunque en este caso abandona la estilización para introducir auténticas flores representadas con exquisito realismo, incluyendo el uso de trompe-l’oeil.
Uno de los primeros ejemplos de este tipo de decoración marginal es el libro de horas Londres, BL, Add. MS 50005, que data de hacia 1415 y es obra de un maestro anónimo de los Países Bajos, conocido como el Maestro del Ciclo de la Infancia de la Morgan Library. En una de sus páginas el artista ha pintado un borde de flores y vainas de guisante totalmente realistas, como complemento a la escena de la Natividad de la página complementaria. Pero a principios del siglo XV los bordes de este tipo son todavía totalmente excepcionales, y prueba de ello es que esta página es la única de todo el manuscrito en la que lo encontramos.
El género no floreció realmente hasta el último tercio del siglo XV en el sur de los Países Bajos, sobre todo en la zona de Brujas y Gante. Encontramos entonces bordes ocres que asemejan dorados sembrados de flores que casi parecen reales gracias al empleo de sombras y de trompe l’oeil, y juntamente con las flores encontramos a veces insectos y pájaros que vienen a resaltar el efecto tridimensional. Este género parece haber llegado al manuscrito procedente de la pintura flamenca sobre tabla desarrollada por maestros como Jan van Eyck y viene a cambiar profundamente la dinámica estructural de la página en cuanto que altera la estructura bidimensional de la página que de este modo tiende a incorporar al lector en un espacio ilusionista.
Este tipo de decoraciones es especialmente característico de los libros de horas y breviarios, y es posible que las flores de los márgenes estén intencionalmente relacionadas con el uso litúrgico de las flores en muchas fiestas cristianas y por el simbolismo religioso que muchas flores fueron adquiriendo a lo largo de la Edad Media.
La armonía de las composiciones florales y perfección en la ejecución de estos bordes ha conducido a veces a atribuirlos al mismo miniaturista que ejecutaba las ilustraciones principales. Sin embargo, estudios posteriores realizados sobre manuscritos inacabados y sobre regulaciones gremiales han demostrado que al menos en el siglo XV el libro cambiaba de artesano durante el proceso de su fabricación, y que eran artistas especializados los encargados de pintar los bordes de flores.
Algunos iluminadores llegaron incluso a simular pequeñas incisiones en el pergamino, con el objeto de hacer pasar por ellas los tallos de las flores pintadas.
Por supuesto, la experimentación tanto artística como botánica está presente y varía de manuscrito en manuscrito. Los fondos que en principio eran ocres dorados comienzan poco a poco a adoptar otros colores, como vivos rojos o azules profundos, y otros colores, y a pesar de su realismo aparente, los artistas comienzan a introducir elementos no reales. Por ejemplo, en este margen del Breviario de Isabel la Católica el artista ha pintado un lirio azul, que no era conocido en la Edad Media.
Las decoraciones marginales de carácter ilusionista son predominantemente de flores, pero también se pueden encontrar otros tipos de motivos. Por ejemplo, en el Libro de Horas de Catalina de Cleves los márgenes se encuentran decorados con objetos diversos, como el rosario de la duquesa, plumas, redes de pesca, mejillones e incluso monedas.
En las páginas de texto el ilusionismo de los márgenes de finales del siglo XV y principios del XVI puede llegar a hacer flotar el texto sobre el propio margen, como sucede en el libro de horas Huth, en el que el margen decorado se ha convertido en un textil sobre el cual descansa el texto.
Y finalmente terminamos cerrando el círculo, cuando algunos artistas flamencos comenzaron a utilizar el propio margen para representar gráficamente la historia narrada en el texto, o imágenes complementarias a la miniatura principal.
1. Adaptado de James Douglas Farquhar, “The manuscript as a book”, en Pen to Press: Illustrated Manuscripts and Printed Books in the First Century of Printing, Art Department University of Maryland & Department of the History of Art, The Johns Hopkins University, 1977, pp. 11-99, cit. pp. 73-75, que sin embargo no incluye nuestra imagen 2 (pie) y 6 (lateral izquierda con pie) que se hallan presentes en muchos manuscritos..↩
2. Una revisión bibliográfica y estado de la cuestión puede encontrarse en Jean Wirth, Les marges à drôleries des manuscrits gothiques (1250-1350), Librairie Droz, Genève, 2008, pp. 11-43..↩
3. Marie Theres Bergenthal, Elemente der Drolerie und ihre Beziehungen zur Literatur, Bonn, 1934..↩
4. Lilian M.C. Randall, “Exempla as a source of gothic marginal illumination”, The Art Bulletin 39 (1957), pp. 97-107, e Images in the Margins of Gothic Manuscripts, Berkeley-Los Angeles, University of California Press, 1966, con una revisión muy sagaz por Carl Nordenfalk en The Burlington magazine 109 (1967), pp. 418-421..↩
5. DurantW. Robertson, A Preface to Chaucer. Studies in medieval perspectives, Princeton, Princeton University Press, 1962..↩
6. Michael Camille, Image on the edge : the margins of medieval art, 1992..↩
7. Madeline H. Caviness, “Patron ou Matron? A Capetian Bride and a Vade Mecum for her marriage bed”,
Speculum 68 (1993), pp. 333-362 y Reframig Medieval Art: Difference, Margins, Boundaries, 2001