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1. Códices y Codicología

1.2. Qué es un manuscrito iluminado

En sentido estricto un manuscrito iluminado es aquel que está decorado con oro o plata, pero en general se denomina manuscrito iluminado o miniado a aquel en el que el texto está complementado con algún tipo de decoración, no necesariamente oro o plata. Esta decoración puede ser tal como iniciales, bordes o ilustraciones.

La expresión “manuscrito iluminado” se utiliza en el ámbito de la tradición europea, tanto en escritura latina, griega y glagolítica (o sea, lo que comúnmente se denomina cirílica). Para los libros decorados originarios del Extremo Oriente o Mesoamérica se prefiere el término “pintado”. Para los manuscritos islámicos se utilizan indistintamente los términos “iluminado”, “ilustrado” o “pintado”, a pesar de que en esencia las técnicas utilizadas en ellos son las mismas que en los manuscritos europeos.

En líneas generales se puede afirmar que la adición de elementos figurativos a un texto tiene como consecuencia el embellecimiento del producto, con un encarecimiento de su coste, que conduce a una mayor estimación social del mismo. El estatus de un manuscrito estaba en relación directa con la riqueza de los materiales empleados, la complejidad de su proceso de producción y el número de técnicas y pigmentos utilizados, y por consiguiente no es raro encontrar metales preciosos (oro sobre todo) en las letras capitales, en los marcos de las ilustraciones o en su composición. Algunos manuscritos de lujo de la baja Antigüedad o de los renacimientos carolingio y otoniano y por supuesto del Renacimiento del siglo XV están incluso escritos con letras de oro y plata sobre pergamino color púrpura, por lo que se los denomina “códices purpúreos”. De tratarse de púrpura de Tiria el precio resultaría realmente exorbitante, ya que este tinte, que se obtenía de las glándulas de cierto molusco, alcanzaba precios sensiblemente más altos que los del oro. Acaso por eso los primeros textos en recibir decoración son los textos sagrados, y ello sucede en todas las culturas. Ahora bien, en la Europa de escritura latina los desarrollos formales de la decoración libraria son mucho más extensos y variados que en el resto de las áreas culturales.

(Codex Purpureus Rossanensis s. IV-V, Museo diocesano de Rossano. )

De todos modos, lujoso o sencillo, raro es el libro medieval que carezca por completo de decoración, aunque sea en un mínimo grado (por ejemplo rúbricas o letras iniciales de trazado simple, pero en algún color destacado), hasta el punto de que la total ausencia de decoración nos puede estar indicando que o bien el manuscrito quedó inacabado, o bien nos hallamos ante un instrumento de trabajo personal.

Para designar el proceso por el cual un manuscrito recibe elementos figurativos extratextuales se utilizan varios términos, que tienen un significado específico por más que a veces se usan indiferentemente. Estos términos son:

Ilustración
es la representación de personas escenas y objetos relacionados con el texto de un manuscrito (Voc. nº. 511.03).
Ornamentación
es el conjunto de elementos figurativos ajenos al contenido del ejemplar y que consiguientemente no forma parte de la ilustración (Voc. nº 511.04).
Iluminación (illuminatura, alluminatura)
es “hacer luminoso” y por extensión adornar (en sentido retórico). Se halla en las fuentes medievales a partir del siglo XII; con anterioridad el término empleado es historiare (que literalmente significa diseñar las imágenes que representan escenas o personajes).
Miniatura (del verbo latino miniare)
es según su sentido etimológico el acto de aplicar el minio (=rojo). El Vocabulario de Codicología la define como una “pintura ejecutada en un manuscrito, y más particularmente la que pertenece a la ilustración propiamente dicha".

A pesar de que la terminología fluctúa según los autores, en lo sucesivo se sigue la pauta ofrecida por el Vocabulario de Codicología, y por tanto, se emplean los términos “decoración” o “iluminación” para designar en general al “conjunto de elementos decorativos y de representaciones figurativas ejecutados en un manuscrito” (Voc. nº 511.01), que a su vez se desgaja en “ilustración” (Voc. nº 511.03) y “ornamentación” (Voc. nº 511.04), según los acabamos de definir.

El estudio de los elementos decorativos ofrecidos en los manuscritos es una parcela de la Codicología que aún no ha sido abordada de manera sistemática. Sin embargo, el análisis y la comparación de dichos elementos puede ser de gran ayuda para encuadrar una obra en el espacio y en el tiempo. El problema es que de momento carecemos de repertorios que permitan establecer filiaciones y familias estéticas. Para confeccionarlos se podría utilizar una metodología similar a la que sigue el paleógrafo o especialista en escrituras antiguas para identificar las escrituras, es decir, observar una serie de detalles o unidades mínimas de trazo y comparar las soluciones adoptadas.

Por lo que respecta a la pintura propiamente dicha, puede aportar importantes indicios para la datación y localización del manuscrito, porque la existencia de convenciones locales hace que las ilustraciones varíen sensiblemente de región en región. En el caso de los manuscritos historiados, las filiaciones iconográficas permiten establecer agrupaciones de manuscritos que de otro modo serían imposibles, en tanto que la reconstrucción de la obra de un artista puede permitir asociar una personalidad estilística con un nombre identificado a través de fuentes documentales.

En los manuscritos más esmerados la decoración puede proporcionar claves para identificar destinatarios o poseedores (retratos, alusiones biográficas, emblemas, escudos de armas).

Finalmente, desde el punto de vista de la interpretación, la imagen nos informa sobre la lectura del texto tanto o más que el texto nos informa sobre la lectura de la imagen.

Una última observación: en relación con el estudio de los elementos cromáticos y figurativos del manuscrito corresponde al codicólogo lo relativo a las técnicas y procedimientos de elaboración de la decoración y su relación con el texto; el aspecto estético, incluyendo estilos, temas y motivos iconográficos, compete al historiador del arte. A veces, sin embargo, la línea divisoria entre ambos puede ser sutilísima.