La Codicología es una de las disciplinas englobadas bajo la denominación genérica de Ciencias Historiográficas. Está por tanto relacionada con otras disciplinas tales como la Paleografía, la Diplomática, la Epigrafía y otras ciencias similares.
Si en muchos casos las fronteras entre todas estas disciplinas es un tanto difusa, esta indefinición de límites se hace mucho más aguda en el caso de la Codicología, en buena medida porque es la más reciente de todas las Ciencias Historiográficas, y ha ido haciéndose prácticamente solo desde 1900 y no a partir de reflexiones metodológicas, sino a base de las iniciativas personales de investigadores procedentes de diversas ramas del saber y en respuesta a sus propias inquietudes. La procedencia de estos investigadores es muy diversa: Paleografía, Filología griega y latina, Bibliografía, etc.
Comencemos con el nombre. El término “Codicología”, que etimológicamente no quiere decir otra cosa que la “ciencia de los códices”, es para empezar inapropiado, ya que codex hace referencia a una tipología concreta dentro de la historia del libro, en oposición al volumen. Sin embargo el término ha sido ya generalmente aceptado, probablemente porque el empleo de un solo vocablo resultaba más práctico que otras formas perifrásticas usadas con anterioridad tales como “Ciencia discursiva de los manuscritos” o “Arqueología de los manuscritos”. Por otra parte, el escollo etimológico ha podido salvarse trayendo a colación el valor genérico de la palabra codex en la Edad Media, cuando ya no se percibe la oposición entre el codex y el volumen.
En definitiva, la Codicología es una más de las disciplinas (junto con la Paleografía y la Crítica textual) que tienen por objeto de estudio el libro manuscrito en cuanto que objeto físico. En este sentido constituye una reacción al modo clásico de estudiar los manuscritos, en cuanto que el códice en sí mismo se concebía simplemente en tanto que portador de un texto, y era este último, y no su contenedor, lo que constituía el objeto de estudio de los investigadores, con la única excepción –quizás– de su escritura, que era objeto de estudio de la Paleografía. El codicólogo aborda, pues, el estudio del manuscrito de un modo similar a como el arqueólogo aborda el estudio de los restos materiales, i.e., como un testimonio que ha de ser reinterpretado históricamente.
Como la historia de la Codicología es muy corta, se describen a continuación algunos de sus hitos fundamentales, sobre todo porque contribuyen a clarificar algunas cuestiones de importancia capital relativas al concepto, alcance y método de nuestra disciplina.
1) En 1825 el bibliotecario Friedrich Adolph Ebert publicó una obra en la que se estudia por separado la diplomática, la epigrafía y la Handschriftenkunde. Esta última, según definición de su autor, es una ciencia de los manuscritos que se ocupa de su “forma externa e interna”.
2) En 1905/6 Ludwig Traube (filólogo, 1861-1907) distinguió entre dos términos que hasta entonces eran considerados como sinónimos: “Paläographie” y “Handschriftenkunde” (“Vorlesungen über die Geschichte und die Grundlage der Paläographie und Handschriftenkunde”). Esta última tendría como misión estudiar toda escritura que no forme parte del texto propiamente dicho, así como el examen de los elementos materiales del códice, esto es, naturaleza del soporte escriturario, confección y composición de los fascículos y modos de conservación. Pero además Traube considera lo que él denomina “Paleografía histórica” (“angewandte” o “historische Paläographie”), que incluiría todos los elementos del manuscrito que no son estrictamente texto, como notas marginales, glosas, correcciones… y en general cualquier indicio que pueda ofrecer información sobre las personas que copiaron u utilizaron el manuscrito y el contexto histórico en que se hallaban.
3) En 1927, el paleógrafo francés Charles Samaran predica la existencia de una “ciencia de los manuscritos” (=Handschriftenkunde), para la que crea el neologismo “Codicografía”, con el fin de distinguirla de otras disciplinas como la Bibliografía o ciencia del libro impreso. Desgraciadamente, este término no encontró fortuna y cayó injustamente en el olvido.
4) En 1949 Alphonse Dain (filólogo helenista) acuña el término “Codicología”, con la finalidad de recrear la distinción establecida por Traube (“Les manuscrits et le problème de la paléographie et de la codicologie”), pero describe su alcance como:
“historia de los manuscritos, historia de las colecciones de manuscritos, investigaciones sobe la sede actual de los mismos, problemas de catalogación, repertorios de catálogos, comercio de los manuscritos, su utilización, etc. Por el contrario, pertenecen a la paleografía el estudio de la escritura y de la materia escriptoria, la confección del libro y de su ilustración, y el examen de su “arquitectura”.
Es decir, lo que Dain denomina “Paleografía” es lo que Traube había reservado a su Handschriftenkunde, y lo que en la actualidad entendemos por Codicología.
5) Frente a él, el paleógrafo belga François Masai (1950) afirma desde la revista Scriptorium (“Paléographie et codicologie”) la independencia de la Codicología como ciencia autónoma con objetivos y métodos propios que estudia los manuscritos y la naturaleza arqueológica de dicha ciencia:
la Codicología es la arqueología de los monumentos más preciosos de una civilización: sus libros.
Pero para Masai ni la Arqueología ni la Codicología son ciencias históricas en el sentido propio de la palabra, sino disciplinas prácticas que aportan materiales para la Historia y a la vez que aportan pruebas o matizan sus conclusiones.
Sin embargo, en los años subsiguientes a esa importante publicación de Masai, tanto en la revista Scriptorium como su suplemento Bulletin codicologique (bajo los auspicios del por Masai fundado Centre d’archéologie et d’histoire du libre), el término “Codicología” va tomando un sentido cada vez más amplio, abarcando todo tipo de estudios que tienen que ver con el libro manuscrito.
6) L.M.J. Delaissé en 1956 (Le manuscrit autographe de Thomas à Kempis et l’Imitation de Jésus Christ. Examen archéologique et édition diplomatique du Bruxellensis 58855-61) describe la “arqueología del libro” como:
el examen material completo del libro y la interpretación de los hechos observados en relación con el contenido.
Cuestiones tratadas por Delaissé son por ejemplo la ordenación y reordenación de los cuadernos y las hojas, el proceso de redacción con sus sucesivas revisiones, los elementos decorativos del códice y su encuadernación… e interpreta todos los datos recogidos en una detalladísima síntesis. Y todavía más allá, abre la “arqueología del libro” a nuevos horizontes más allá de la mera identificación de fuentes y la crítica textual. Pero Delaissé jamás utiliza el término “Codicología”, ya que esta implica un estudio más amplio del libro medieval que la “arqueología del libro” (Towards a history of the mediaeval book).
7) Un nuevo paso es el debido en 1961 a Gilbert Ouy (L’Histoire et ses Méthodes), para quien la Codicología es una especie de rama de la bibliografía, en cuanto que estudia el libro manuscrito como fenómeno cultural. El manuscrito revela su mensaje histórico sólo cuando se lo confronta con otros ejemplares de una misma procedencia, que, tomando el término de la archivística, forman un “fondo” de manuscritos. Por eso Ouy definió la codicología como la “archivística de los manuscritos”.
8) En 1971 la creación de la primera cátedra universitaria de Codicología en la Universidad Católica de Nimega dio ocasión a Albert Gruijs para desarrollar en su lección inaugural una reflexión consistente sobre los orígenes de la disciplina, su alcance y sus métodos, y definir sus límites con otras ciencias como la Paleografía y la Filología. A él se debe además la definición de dos grandes áreas dentro de la Codicología: la codicología técnica o arqueología del libro y la codicología histórica, que estudia el libro manuscrito como fenómeno cultural y vehículo de comunicación.
9) En 1976 se publica en Leiden el primero de los cinco volúmenes de la serie Codicológica (1975-1980), con el subtítulo Théories et príncipes, que constituye el primer intento de elaboración de un tratado de Codicología.
En conclusión, la Codicología es aún una ciencia en construcción, pero se pueden distinguir dos grandes ramas:
La codicología arqueológica, también llamada codicología científica o codicología técnica o arqueología del libro, que consiste básicamente en el examen material de los manuscritos. Presupone el examen material del codex, eventualmente con la ayuda de los procedimientos científicos modernos. Algunos aspectos que son objeto de estudio dentro de este ámbito son:
La codicología histórica, consagrada al estudio de las bibliotecas, colecciones y catálogos, que considera el libro en su contexto de producción y uso (o sea, el scriptorium y la biblioteca), en tanto que fenómeno cultural. Dentro de esta última se incluirían también los estudios sobre el iter de los manuscritos, es decir, su devenir histórico en el espacio y en el tiempo. Aborda el estudio del libro manuscrito como fenómeno cultural desde una perspectiva multidisciplinar o al menos multidimensional, que incluye la historia intelectual, cultural, artística y tecnológica, pero también económica y social. A este respecto comenta Jesús Alturo (“Métodos y posibilidades de estudio en Historia del Libro, con especial atención al códice gótico hispano”) que
Una historia del libro que intente abarcar la globalidad del tema debe contemplar todo el proceso de elaboración, desde que el texto es concebido y redactado por el autor, directamente o con el auxilio de secretarios –a veces, en diferentes versiones– hasta llegar al lector a través de los varios medios y sistemas de producción material, difusión (o de impedimento de ésta por medio de la censura y sus variados métodos) y conservación. Y ello referido tanto a obras de autores coetáneos como del pasado, en versión original o en traducción. Importará, pues, ocuparse de los autores literarios –y aún paraliterarios, como veremos– activos en una época y región concretas, de la influencia que estos recibieron de otros literatos y de la que ejercieron en quienes les leyeron, de sus posibles secretarios, de los materiales escriptorios, instrumentos gráficos y tintas, de los escriptorios, su organización y su manera de producir los libros, de los copistas, correctores, miniaturistas, religadores, de los traductores, de los libreros y librerías, de los precios de la circulación de los libros, de las bibliotecas, tanto colectivas como particulares, privadas como semipúblicas o, en su caso, ya públicas, de los lectores y sus gustos o necesidades literarias, y, en fin, no creo que haya que olvidar tampoco la relación guardada entre la cultura escrita con la oral, siempre mayoritaria en tiempos del libro manuscrito y aún varios siglos después. En definitiva, se trata de averiguar cómo el libro contribuyó a formar la mentalidad de los hombres y mujeres del pasado y cómonos la sigue modelando, pues entiendo que, en último término, la Historia del libro se inscribe de pleno derecho en la Historia de la cultura.
En 1974 Albert Gruijs (“Paléographie, Codicologie et Archéologie du Livre, Questions de Méthodologie et de Terminologie”, en La Paléographie Hébraïque Medievale, p. 20) denominó a la primera “Codicografía”, para distinguirla de la segunda, para la que reservó el nombre de “Codicología”, pero, su distinción no ha tenido mucho éxito. De todos modos, el nexo de unión entre una y otra es el hecho de que un manuscrito concreto bajo ningún concepto puede ser considerado fuera de su medio natural, es decir, el scriptorium o la biblioteca.
Como ejemplo de codicología técnica o arqueología del libro pueden traerse a colación el estudios de Masai sobre La règle du maître, el de Delaissé sobre el autógrafo de Tomás de Kempis y el de Albert Derolez sobre el autógrafo del Liber Floridus. Todos ellos se basan en los mismos principios: una detallada descripción de todos los aspectos materiales, una síntesis en la que se describe el proceso de gestación del códice y la confrontación de ese proceso de gestación del códice con el contenido, el texto y la ilustración, de modo que el conjunto proporciona una imagen completa de la estructura estática y dinámica del manuscrito.
Como ejemplo de codicología histórica (avant la lettre, porque fue publicado en 1935) citaremos La Pecia dans les manuscrits universitaires du XIIIe et du XIVe siècle de Jean Destrez, en donde, tras observar más de mil manuscritos, el autor analiza la organización social y la técnica utilizada para reproducir los manuscritos dividiendo los cuadernos o “pecias” entre diferentes copistas.
Uno de los problemas más acuciantes de la Codicología es que, al ser una disciplina tan joven, adolece de la falta de unos cauces tradicionales por los que pueda discurrir la investigación. Las diversas vías propuestas reflejan, en realidad, experiencias personales fruto de intereses personales o de los modos concretos en que cada investigador ha examinado un problema determinado.
Este problema se extiende incluso al vocabulario científico, obligando al especialista a definir y redefinir continuamente su propio vocabulario técnico, e incluso así son frecuentes las falsas interpretaciones.
Gilissen percibe la producción del libro manuscrito como un proceso continuado y más o menos homogéneo en su evolución, resultado de la conjunción de una serie de operaciones técnicas que es necesario analizar e interpretar de acuerdo a la lógica propia de cada una.
Delaissé (“Towards a history of the medieval book”) insiste en la necesidad de comparar unos manuscritos con otros, sobre todo aquellos que tienen un origen común y agrupar los que presentan caracteres idénticos. Solo así se podrán determinar las particularidades de las diferentes épocas y talleres y trazar la historia del libro manuscrito.
En 1980 Carla Bozzolo y Ezio Ornato (Pour une histoire du libre manuscrite au Moyen Age: trois essais de codicologie quantitative) asocian por primera vez el adjetivo “cuantitativo” al sustantivo “codicología” y comienzan a aplicar técnicas estadísticas a los estudios codicológicos. El objetivo de esta codicología cuantitativa es en una primera fase identificar los fenómenos diacrónicos que marcan la evolución del libro a largo plazo, medir las variaciones de estos fenómenos en el seno de poblaciones de manuscritos en contextos diferentes y explicar estas variaciones mediante factores internos o externos a la propia población de manuscritos.
En cualquier caso, los estudios codicológicos requieren como condición previa la existencia de catálogos e inventarios de manuscritos que permitan el acceso a la investigación.
En terreno de los grandes catálogos colectivos de manuscritos a nivel nacional se aprecia un considerable desfase entre los diferentes países europeos, siendo Alemania quien ha desarrollado esta iniciativa en primer lugar y de forma más amplia y rigurosa.
En relación a los catálogos y repertorios temáticos (sobre medicina, filosofía, liturgia, musicología, derecho…) rara vez proporcionan datos de interés para los estudios codicológicos. La única excepción es el Catalogue des manuscrits datés, comenzado durante los años 60 como una iniciativa de carácter internacional (con la inexplicable ausencia de las bibliotecas españolas y estadounidenses).
La irrupción de la informática en los estudios codicológicos ha permitido un replanteamiento de los métodos de descripción del manuscrito, precisar el vocabulario y redefinir las normas de observación y notación, ya que obliga a organizar, estructurar y jerarquizar los diferentes elementos objeto de observación.
El avance en las técnicas de laboratorio aplicadas a la restauración ha permitido realizar observaciones imposibles al ojo humano.
Por último en los últimos años hemos asistido a un creciente interés por el libro manuscrito producido en áreas culturales distintas a Europa. Especialmente fructífero ha sido el estudio de los manuscritos hebreos.