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2. Formas y materiales del libro manuscrito

2.6. El papiro

De Egipto al Occidente medieval

El papiro es junco palustre de la familia de las ciperáceas (cyperus papyrus) que crecía abundantemente en las márgenes del Nilo y también en otras regiones del mundo (Siria, Etiopía, Palestina, etc.). En la actualidad se conocen unas 4000 sub-especies y 75 géneros1. Existen numerosos testimonios que confirman su profusión en la zona del delta del río Nilo en tiempos antiguos, pero el papiro que en la actualidad crece en esa zona en realidad es una repoblación del siglo XIX con una variedad siciliana importada a Egipto desde Francia, y se desconoce qué variedad crecía originariamente en el delta.

Cyperus papyrus.
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La extinción de la variedad originaria del Nilo se debió a su sobre-explotación y a las reformas agrarias de la época árabe. En efecto, el papiro era una especie de panacea para los egipcios: Se recolectaba durante seis meses al año, desde marzo a septiembre, y constituía un económico y nutritivo alimento (por ser rico en fécula), a la par que servía de materia prima para la confección de los más diversos objetos: cestos, cuerdas, mechas para lucernarios, ropas, calzado e, incluso, pequeñas embarcaciones. La raíz se empleaba para la obtención de leña y la flor como ornamento. Fueron también numerosos los usos medicinales del papiro, tales como vendajes hechos a partir de las fibras y ungüentos hechos con sus cenizas, de alto poder cicatrizante. La planta incluso podía servir como sustancia aromática, cualidad que ha sido nefasta para su conservación, ya que durante siglos los braseros se alimentaron con rollos o al menos fragmentos escritos de papiro.

Fechar el momento en que el papiro comenzó a utilizarse como material escriptorio es poco menos que imposible de determinar. En la tumba de Hemaka (Sakkara), dignatario faraónico de la I dinastía (c. 3.000 a.C.) ya se encontró un rollo de papiro sin escribir. Los restos escritos más antiguos se pueden fechar en la V dinastía, época en la que existe el tipo de escriba como modelo iconográfico. De Egipto el papiro pasó probablemente a Fenicia, que fue ocupada por los egipcios entre el 1800 y el 1100 a.C., y los fenicios lo extendieron por los territorios limítrofes, de modo que a partir del siglo VIII a.C. el uso del papiro está atestiguado en Asiria y Palestina2.

La fecha en que el papiro llegó a Grecia es discutida: las fechas más optimistas sitúan el papiro ya en la Creta Minoica, hacia el 1500 a.C., y las menos en el s. VII a.C. En cualquier caso, del s. V a.C. se conservan numerosas piezas de cerámica con imágenes de personas leyendo en libros de papiro3. Los fragmentos papiráceos griegos más antiguos de los cuales tenemos noticia son unos versos procedentes de una obra de Timoteo de Mileto titulada Los persas y un rollo carbonizado hallado en el año 1963 en Derveni (Salónica), transmisor de un comentario a la teogonía órfica. Ambos han sido datados en el siglo IV a.C.

A la Península Itálica el papiro llegó a través de la Magna Grecia en la época clásica. Una leyenda cuenta que en el año 181 a.C. se encontraron obras filosóficas y religiosas escritas sobre papiro en la tumba del rey Numa, que murió en el año 672 a.C., pero lo más probable es que el papiro entrara en Roma en el siglo III a.C., acaso en el 273, fecha de la embajada de Ptolomeo Filadelfo a Roma con la finalidad de crear allí un mercado para los productos egipcios. Un fragmento de Ennio permite así mismo datar su introducción en el siglo III4.

En Roma el papiro se convirtió en un bien indispensable para el imperio, hasta el punto de que, según Plinio, en tiempos del emperador Tiberio se produjo una escasez de papiro a consecuencia de una mala cosecha. El malestar que se creo fue tal que el emperador tubo que establecer un control para su distribución5.

Al comienzo de la Edad Media, como había sucedido toda la vida, el papiro se manufacturaba en Egipto, donde crecen en estado natural las preciosas plantas que constituyen su materia prima, y desde allí se exportaba al resto del mundo conocido6, y al menos hasta el siglo VII la exportación de papiro fue un negocio muy lucrativo, hasta que el califa Abd al’Malik prohibió las exportaciones de este material, y a partir de aquel momento el papiro se convirtió en una importación de lujo, hasta el punto de que en 716 la abadía de Corbie obtuvo una exención fiscal con la finalidad de adquirir cincuenta hojas de papiro egipcio7. Aparentemente la producción de papiro se interrumpió en Egipto durante el siglo X, pero continuó durante algún tiempo en Sicilia8. Generalmente se admite que en Occidente desapareció definitivamente durante las décadas centrales del siglo XI9.

La fabricación de la hoja de papiro

El modo en el que la hermosa planta del papiro se convertía en una hoja (charta) se conoce merced a un fragmento de la Historia Natural (XIII, 22-26) de Plinio que describe, aunque con cierta oscuridad, todo el proceso:

De la parte central del tallo, que es de forma triangular y puede alcanzar hasta cinco metros de longitud, se cortan finas láminas (philyrai, philyrae), que se van depositando sobre una tabla humedecida, unas al lado de las otras, procurando guardar una cierta superposición. Una segunda capa (skhíza, scheda), perpendicular a la anterior, se coloca sobre el estrato precedente, hasta formar un rectángulo. La hoja así obtenida, una vez prensada y secada al sol, era pulimentada con un objeto de marfil o caparazón de molusco, o se la sometía a un paciente bataneo con la finalidad de conseguir una superficie totalmente lisa.

Aunque la descripción es más o menos correcta, plantea ciertos problemas, debido a que Plinio no era un artesano especializado en la fabricación de papiro. Los investigadores que han intentado seguir su receta se han visto obligados a modificarla en un sentido u otro para obtener resultados aceptables. De ello han resultado varios procedimientos, que difieren entre sí en los detalles, lo cual probablemente refleje también la práctica antigua, que no sería la misma en todas partes.

En primer lugar conviene recordar que el producto tenía que ser preparado in situ, puesto que la elaboración requería que la planta estuviese aún fresca.

El tallo es de sección triangular y puede alcanzar hasta cinco metros de longitud. La primera operación era pelar el tallo, ya que la piel hubiera dejado una superficie leñosa y difícil de alisar. La parte central del vástago era la que producía el mejor material.

La primera operación era cortar el tallo en finas tiras.

El tallo del papiro se corta en finas tiras.
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Ahora bien, aquí se plantea la primera dificultad al seguir la descripción de Plinio, porque siendo el tallo de sección triangular existen varias posibilidades, que se representan en el esquema siguiente.

Posibles modos de cortar el tallo de papiro en tiras. Tomado de R. Parkinson y S.Quirke, Papyrus, Egyptian bookshelf, p. 14).

Una vez cortada la médula en finas láminas (philýrai, philyrae), hay que dejarlas en remojo, y a continuación golpearlas para romper la estructura celular y hacer salir el jugo. Entonces las tiras iban siendo depositadas sobre una tabla humedecida, unas al lado de las otras, procurando guardar cierta superposición. Una segunda capa (skhíza, scheda), perpendicular a la anterior, era colocada sobre el estrato precedente.

Segunda capa de tiras de papiro.
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La forma rectangular así obtenida, tras haber sido prensada y secada al sol, era pulimentada con un objeto de marfil o un caparazón de molusco, o bien era sometida a un paciente bataneo con la finalidad de conseguir una superficie totalmente lisa.

Pulido de la hoja de papiro
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Las “hojas” (plagulae), una vez ultimadas, eran unidas lateralmente mediante el empleo de un pegamento formado por agua, harina y vinagre. El borde derecho de cada plagula –en una longitud de un centímetro aproximadamente– se superponía sobre la siguiente, de manera que se consolidaba mejor la línea de sutura entre ambas piezas. La banda constituida por un número determinado de elementos –generalmente unos veinte– enrollados sobre sí mismos era considerada la unidad de medida particularmente desde el punto de vista comercial. De hecho, los talleres o centros de fabricación vendían su mercancía por rollos, incluso después de producirse el cambio de tipología libraria.

Tipos de papiro

En líneas generales, la calidad del papiro disminuyó desde la época del Egipto faraónico al romano, a pesar de lo cual en el siglo IV se seguía fabricando papiro de una calidad considerablemente aceptable. En palabras de E.G. Turner (1968, p. 2):

El papiro fabricado en Egipto durante el período de Ramsés –dejando a un lado el de dinastías anteriores– es de una portentosa finura y de una excelente textura. Puesta a su lado una hoja de buena calidad confeccionada en la época ptolemaica, un milenio más tarde y un producto más reciente, aunque es todavía buena, ya es más pesada y gruesa. Las hojas de época romana son más rugosas y bastas todavía. No obstante se mantiene un tipo estándar hasta la tercera centuria después de Cristo, que es de aceptable calidad. Apartir de esta fecha un material de fina factura solo aparece ocasionalmente, en particular en los códices maniqueos de Berlín y de Chester Beaty la variedad de papiro ordinario se deteriora y acaba por parecerse a un secante.

No todo el papiro que se producía era de la misma calidad y tamaño. S. Isidoro (Or. VI, 10, 2-5) nos ofrece alguna información acerca de las diferentes calidades en que se fabricaba el papiro:

2. El nombre de carta se debe a que se va pegando sucesivamente la corteza extraída del papiro en láminas. Hay varias clases: la primera, y de mejor calidad, es la augusta regia, que es la que tiene mayor formato, y recibe este nombre como homenaje a Octaviano Augusto. 3. La segunda es la libiana, en honor de la provincia de Libia. La tercera es la hierática, que se prefería sobre todo para los libros sagrados; es muy parecida a la augusta, aunque más descolorida. 4. La cuarta es la teneótica, así llamada de la localidad de Alejandría en la que se fabricaba. La quinta es la saítica, que toma su nombre de la ciudad de Sais. 5. La sexta es la corneliana, porque el primero en confeccionarla fue Cornelio Galo, prefecto de Egipto. La séptima la emporética, utilizada para empaquetar mercancías, debido a que era menos apropiada para la escritura.

En el cuadro que se muestra a continuación se indican las medidas aproximadas de las distintas categorías en época romana:

Charta hierática o augustea 13 de dos de anchura = 24,3 cm
Charta liviana 13 dedos de anchura = 24,3 cm
Charta claudiana (o hierática) 11 dedos de anchura = 20,3 cm
Charta amphitheatrica o fanniana 9 dedos de anchura = 16,6 cm
Charta saitica (más rugosa por no haber sido bataneada) 7/8 dedos de anchura = 12,9/14,7 cm
Charta taeneotica (dura, de espesor grueso) Variable
Charta emporetica (para embalajes) 6 dedos de anchura = 11,1 cm

Las hojas de papiro nunca se fabricaron en tamaños realmente grandes (la mayor conocida es de 48 cm. de longitud, pero lo normal en la época romana era que no se excedieran los 28-30 cm)10. Cuando quiera que se necesitaba fabricar un rollo de papiro, los artesanos pegaban unas hojas a otras, haciendo montar el margen derecho de cada hoja sobre el izquierdo de la siguiente, siempre sobre el lado recto, que como se ha dicho más arriba era el lado destinado a recibir escritura. Estas uniones recibían el nombre de kollesis.

Papiros grecolatinos conservados

Dada la fragilidad del soporte son relativamente escasos los restos de papiro que han llegado hasta nosotros. Los papiros grecolatinos conservados –tanto documentales como librarios– se pueden agrupar del siguiente modo, teniendo en cuenta su lugar de origen:

  1. Fragmentos oriundos de diversas regiones de Egipto, particularmente de Oxyrhynchus, el valle del Nilo y el Fayum (Arsinoe). Son numerosos los investigadores y organismos de varios países que colaboran en su búsqueda, recuperación y publicación.
  2. Textos descubiertos en Herculano y depositados actualmente en el Museo Nazionale de Nápoles. Ascienden a un número de 1.806 piezas. Dado su pésimo estado de conservación, muchos de ellos permanecen inéditos.
  3. Papiros procedentes de Dura Europos (fortaleza romana en las márgenes del Eúfrates) o de diversos puntos de Palestina.

Papiros medievales

A pesar de que Occidente manifestó desde una época bastante temprana su preferencia por el pergamino, también aquí se copiaron códices de papiro, y alguno de ellos se ha preservado, como una traducción latina de Flavio Josefo, el Avito de París y el S. Hilario de Viena, ambos del siglo VI y escritos en el sur de Francia. Para completar esta enumeración añadiremos los escasos textos griegos conocidos: una colección de fórmulas jurídicas del siglo VI y un tratado teológico datable en el siglo VI o VII.

Y todavía han sobrevivido otros testimonios del uso del papiro, aunque se limitan a un puñado de documentos11:

  1. Papiros raveneses: se conservan 67 ejemplares de documentos privados que van del siglo V al IX. Todos ellos provienen del archivo arzobispal de dicha ciudad y hoy están dispersos por varias bibliotecas europeas.
  2. Diplomas de los reyes merovingios: 13 en total, de entre 615 y 673. En la actualidad están custodiados en los Archivos Nacionales de París.
  3. Privilegios y litterae expedidos por la Curia Pontificia. 25 originales, de los cuales tres se guardan en Italia, 12 en Francia y 10 en España. El más antiguo conservado es una epistula de Adriano I dirigida a Carlomagno en el año 788 y el más moderno es de León IX y de 1051. Teniendo en cuenta que la producción en Egipto cesó durante la segunda mitad del siglo X, estos papiros plantean la incógnita de la fuente de abastecimiento de la cancillería papal.
  4. Una lista redactada en griego de los participantes en un concilio celebrado en el año 680. Se conserva en la Biblioteca Nacional de Viena.
  5. Una carta del emperador Miguel II a Ludovico Pío, escrita entre los años 834 y 839, depositada en los Archivos Nacionales de París.
  6. Breves listas relativas a los relicarios de la basílica de Monza.
  7. Pequeñas cédulas, análogas a los anteriores, conservadas en la actualidad en una iglesia de Cantú (Italia).

La aparente preferencia del papiro para la expedición documental puede explicarse por el hecho de que cualquier enmienda en la escritura es mucho más fácil de detectar en el papiro que en el pergamino.


1. H. Ragab, Le papyrus: contribution à l’étude du papyrus et à sa transformation en support de l’écriture, Cairo, 1980, p. 21.

2. Los fragmentos de papiro más antiguos encontrados fuera de Egipto proceden de las cuevas de Murabba’ât en el desierto de Judea, cercano al Mar Muerto.

3. Han sido estudiados por H. Immerwahr.

4. Ennius, Annales, 564.

5. Plinio, XIII, 27, 89.

6. H. Pirenne “Le commerce du papyrus dans la Gaule mérovingienne”, AcIB (1928); E. Sabbé, “Papyrus et parchemin du haut Moyen Age”, en Miscellanea historica in honorem Leonis van der Essen, Louvain, 1947, vol. I, pp. 97-106.

7. A.R. Lewis, Naval Power and trade in the Mediterranean, 500-1000, Princeton, 1951, pp. 92 ss. Cit. Carlo Bertelli, “Production and distribution of books”, pp. 43-44.

8. A.R. Lewis, Naval Power and trade in the Mediterranean, 500-1000, Princeton, 1951, pp. 92 ss. Cit. Carlo Bertelli, “Production and distribution of books”, pp. 43-44.

9. Sobre el papiro y su manufactura, véase Naphtali Lewis, L’industrie du papyrus dans l’Egypte gréco-romaine, Paris, L. Rodstein, 1934; y Papyrus in Classical Antiquity, Oxford, Clarendon Press, 1974.

10. Turner, Typology of the Early Codex, p. 43-44.

11. Limitados a 77 documentos privados del archivo episcopal de Rávena, conservados en la actualidad en varias bibliotecas europeas, 13 diplomas de los reyes merovingios de 625 a 673, conservados en París, y 25 privilegios y litterae de la Curia pontificia, de los cuales tres están conservados en Italia, 12 en Francia y 10 en España (A. Millares Carlo, Documentos pontificios en papiro de archivos catalanes, Madrid, 1918; P. Kehr, Die altesten Papsturkunden Spaniens, erlaütert und reproduziert, Berlin, 1926); de todos ellos, el más antiguo está datado en 788 y el más moderno en 1051.