La numeración de las páginas que se encuentra en los libros actuales es un desarrollo muy posterior, difundido (aunque no inventado) por la imprenta como una ayuda a la hora de cortar las hojas y componer los cuadernillos después de que el pliego completo había sido impreso mediante la técnica de la “imposición”.
En el mundo medieval, como los cuadernos eran las unidades de trabajo independientes hasta el momento de la encuadernación y circulaban entre los copistas, rubricadores y miniaturistas, se solía recurrir a algún procedimiento para establecer un criterio de señalización que facilitase su ulterior ordenación. Los sistemas utilizados a tal fin fueron la signatura y el reclamo.
La signatura es un signo en un lugar determinado del folio que indica el orden correlativo de los cuadernos que constituyen el cuerpo de un manuscrito utilizando tipos numéricos o alfabéticos o alguna combinación de ambos. Su empleo está testimoniado en épocas muy tempranas.
En el ámbito bizantino los cuadernos eran señalados habitualmente mediante cifras griegas, esto es, a través de las letras del alfabeto (tanto mayúsculas como minúsculas) acompañadas de la vírgula correspondiente, y en periodo más reciente (desde principios del siglo XV), cifras seguidas de la terminación –on u –os del ordinal correspondiente. El uso más antiguo consistía en colocar el signo en el ángulo superior externo de la primera página de cada cuaderno. Tal es el emplazamiento que ha sido empleado en el codex Sinaiticus del siglo IV d.C. Desde el siglo X se incorporan múltiples variantes que han sido estudiadas por Brigitte Mondrain (“Les signatures des cahiers dans les manuscrits grecs” en P. Hoffmann (ed.), Reserches de codicologie comparée. La composition du codex au Moyen Âge, en Orient et en Occident, Paris, 1998, pp. 21-48).
También en el ámbito griego el inicio del cuaderno viene a menudo marcado por la presencia de crucecitas, a veces esvásticas u otros signos como puntos o asteriscos, que pueden estar coloreadas. Estos signos pueden resultar de gran ayuda a la hora de identificar la procedencia de un manuscrito dado, ya que son ligeramente diferentes según los centros de producción e incluso según los copistas. Por ejemplo, en muchos manuscritos de los siglos IX y X procedentes del monasterio de Studios se puede observar una cruceta en el primer folio de cada cuaderno, situada en el margen superior, en el punto de intersección de las líneas de pautado verticales de justificación y horizontales marginales.
A veces se hallan signaturas particulares orientales (armenias, georgianas, etc.) u occidentales, lo que es interesante en orden a identificar la procedencia del ejemplar.
En los primeros códices latinos los escribas latinos utilizaron para este fin los números romanos, habitualmente colocados en el ángulo inferior derecho de la última página de cada cuaderno. Desde fines del siglo V dichos números podían ser reemplazados por las letras del alfabeto.
Desde el siglo VII/VIII la signatura se desplaza hacia el centro del margen inferior; y desde el X no es raro encontrar tal indicación en el medio del margen inferior de la primera página de cada cuaderno, repitiéndose también en el último folio, acaso para guardar la simetría de la plana abierta tanto como para facilitar al encuadernador la tarea de ordenar los cuadernos.
A veces los signos van precedidos de una abreviatura de la palabra quaternio, en la forma de una “q” la mayor parte de las veces, pero también pueden aparecer otras modalidades. Tampoco es rara la presencia de algún tipo de de decoración, como cartelas, a veces en forma de florones, en tinta roja (más esporádicamente de algún otro color).
Una variedad de signatura que alcanzó larga difusión a partir del siglo XIII y que se prolongó en el tiempo del libro impreso es la signatura alfa-numérica, consistente en la combinación de una letra para numerar los cuadernos, y una cifra que indica el orden del bifolio en cada cuaderno, y que normalmente se encuentra en el margen inferior del recto de la primera hoja de cada bifolio (y por lo tanto solo en la primera mitad del cuaderno), por ejemplo ai, aii, aiii, aiiii para el primer cuaternión, bi, bii, biii, biiii para el segundo, y así sucesivamente. Este tipo de signatura se denomina signatura de bifolios o numeración [de bifolios] relativa [al cuaderno].
El reclamo consiste en un grupo de letras o palabras que van colocadas en el margen inferior del verso del último folio de un fascículo y constituyen el comienzo de la página siguiente.
Según Jean Vezin (1978, p. 35) el testimonio más antiguo de reclamo es el manuscrito 50 de la Biblioteca Muncipal de Laón. E.K. Rand (1939) cita un testimonio del siglo IX procedente de la abadía de Marmoutiers (Londres, British Library, ms. Egerton 604). A la misma época pertenecen los reclamos trazados en un manuscrito conservado en la catedral de León, pero oriundo de Córdoba. A partir del siglo X abundan los ejemplares hispanos portadores de reclamo, lo mismo que en Francia e Italia. Como los primeros reclamos franceses se encuentran en libros copiados en las regiones meridionales, se considera probable la influencia ibérica en la aplicación de este sistema de ordenación. En el siglo XIII el uso del reclamo se generaliza por toda Europa.
Tardíamente el reclamo se emplea también para controlar la sucesión de folios, en cuyo caso aparece en el margen inferior del verso de cada una de las hojas de un ejemplar.
Los reclamos están escritos de ordinario horizontalmente en el margen inferior de las hojas, pero han desaparecido en muchos casos bajo las cuchillas del encuadernador.
Probablemente fue una innovación española el trazarlos verticalmente cerca del pliegue central, según aparece en el ms. 1187 de la Biblioteca Nacional de España, que contiene La gran conquista de Ultramar, cuya copia fue realizada a finales del siglo XIII o principios del XIV. La causa de esta innovación sea acaso prevenir que el reclamo se confunda con el texto. Durante la siguiente centuria esta variante se difunde por otros países. Por último, al final de la Edad Media aparecen reclamos también en posición oblicua.
La implantación del sistema de reclamos en el mundo griego se debe al influjo occidental. El testimonio más antiguo conocido quizá sea el ms. Vat. gr. 1296, fechado en 1205, producto de Italia meridional.
Con frecuencia los artesanos emplean sistemas redundantes, por ejemplo reclamos junto con algún tipo de signatura en el interior de un mismo manuscrito. Las distintas colocaciones y el tratamiento gráfico pueden ser indicativos en lo que respecta al lugar de procedencia de una pieza o a su datación, y de ahí la conveniencia de analizar la disposición y la presentación de signaturas y reclamos al estudiar un ejemplar.
Un caso curioso es Madrid, BN ms. 8721, del s. XV, en el que cada cuaderno termina con un reclamo y los primeros folios de cada cuaderno (seniones) están marcados con las letras de la a a la f, haciendo sin duda referencia a la posición del bifolio dentro del cuaderno, pero sin referencia alguna al número de cuaderno dentro del libro.