El corpus de los libros sagrados del pueblo de Israel, introducidos por la traducción de los Setenta en el universo cultural griego, produjo muy pronto (de hecho en época precristiana) una serie de comentarios que seguían más o menos de cerca el hilo del texto que explicaban. En el mundo griego se dispuso de un volumen significativo de comentarios al menos desde finales del siglo III d.C.
Al principio estos comentarios se escribían en libros separados, independientes formalmente del texto bíblico. Poco a poco los estudios bíblicos demandaron la composición de catenas, esto es, colecciones de extractos de comentarios ordenados según el versículo bíblico que comentaban, con pequeñísimas modificaciones para acomodar el conjunto de fragmentos a la forma de un texto continuo. Las primeras catenas tanto en lengua griega como en lengua latina datan del siglo VI1.
Con el fin de proporcionar al lector una visión sincrónica de texto y comentario, el siguiente paso, que es bastante obvio, era reunir en una sola y misma página el texto bíblico originario y sus correspondientes comentarios. En tales casos se recurre a las páginas llamadas de “comentario organizado”, según la definición de Jacques-Hubert Sautel2, que están diseñadas para que el ojo del lector pueda recorrer simultáneamente los dos textos en relación mutua (el texto propiamente dicho y el comentario en forma de glosa marginal). Nace así un nuevo modelo de códice, fruto de una actividad específica de estudio, que requiere un esfuerzo considerable de planificación previamente a la copia del texto.
De nuevo, las soluciones posibles son muy variadas. Una de ellas era la de alternar líneas de texto y líneas de comentario, pero la que acabó haciéndose más popular fue la de escribir los comentarios en los márgenes, que se fueron ensanchando para recibir comentarios más y más extensos. Para dar prioridad al texto, se optó además por una presentación en la que la glosa se escribía en un módulo menor (o a veces en el mundo griego también con menor estilización formal).
En el mundo griego, de hecho, encontramos manuscritos provistos de glosas marginales desde el siglo IX. En el mundo latino, tras varias tentativas, es a partir del siglo XIII cuando comienzan a trascribirse sistemáticamente textos junto con su exégesis, acaso por influencia griega.
Para evitar que el lector se perdiera y pudiese encontrar fácilmente los comentarios relativos a un determinado fragmento de texto, los copistas inventaron sistemas de reenvío, consistentes en parejas de signos que se repiten en el texto y en el comentario.
Un problema obvio de este tipo de glosa es que no todos los pasajes del texto original reciben necesariamente la misma cantidad de comentario. Mientras que los más sencillos de entender prácticamente no necesitan ninguna explicación, los más complicados pueden llegar a recibir varias páginas. Por eso en algunos casos la naturaleza de la obra a copiar exigía una construcción flexible, pues el diseño tenía que ser adaptado a la arquitectura de su contenido y su forma de expresión lingüística.
Y los copistas medievales respondieron a esta problemática en diferentes formas. A continuación se describen esas posibles formas, según la clasificación de J.-H. Sautel3.
Pero previamente se hace necesaria una aclaración: para responder a la cuestión fundamental de la organización del espacio sobre la página de un manuscrito con comentarios conviene distinguir dos criterios de análisis. El primer criterio, que determinará el segundo, es el de la respectiva disposición de los bloques de texto y de los bloques de comentario sobre la página. El segundo criterio, general para todos los manuscritos y no solo para los manuscritos con comentarios, es la disposición de esos bloques de texto en un determinado número de columnas. Pero es necesario tener en cuenta que el segundo criterio ha de estar subordinado al primero. Por ejemplo, si un texto bíblico está acompañado de un comentario de S. Juan Crisóstomo, será necesario determinar la distinción fundamental entre el texto bíblico original y el comentario dentro de los límites verticales de justificación, sin que de momento importe mucho el número de columnas que ocupa cada uno. Eso lo tendremos en consideración en un segundo momento.
En función del primer criterio, o sea, la división entre el texto principal y su comentario, encontramos tres grandes categorías de mise-en-page, que a su vez pueden subdividirse, mediante la aplicación del segundo de los criterios enunciados:
1. La catena más famosa en el mundo occidental es la denominada Catena aurea, compilada por Santo Tomás de Aquino a partir de unos 80 comentarios anteriores de Padres griegos y latinos.↩
2. J.-H. Sautel, “Essai de terminologie de la mise en page des manuscrits à commentaire", Gazette du livre medieval 35 (1999), pp. 17-31.↩
3. Ibid..↩
4. También ha recibido el nombre de “en corona”.↩
5. Este tipo de glosa ha recibido también el calificativo de glosa alternante, pero esta denominación es confusa, ya que también podría aplicarse a la glosa interlinear.↩