Una vez que el maestro de escriptorio o en su defecto el copista había decidido el formato que quería dar a su página, aún tenía que preparar esta para recibir la escritura, trazando las líneas sobre las que esta debería asentarse. Pero antes había una operación previa, a saber, la perforación o picado, que consistía en la realización de unos minúsculos pinchazos sobre el pergamino (o papel), con la finalidad de que sirvieran de puntos de referencia para el pautado, pero también para indicar el emplazamiento de los nervios de la encuadernación y para otras operaciones.
Los picados mejor conocidos son los que se aprecian sobre la superficie de los folios, por resultar más accesibles al investigador, pues las otras modalidades únicamente se pueden observar cuando el manuscrito ha sido desmontado.
Apenas hay noticias explícitas sobre esta operación, que debía ser de lo más natural para los copistas y sus ayudantes. Conrado de Mure, en un poema titulado De natura animalium compuesto hacia el año 1275, hace una mención al trazado del pautado y la operación previa de perforar:
Puncti punctantur, sequitur quos linea plumbi \\ consilio quorum linea tendit iter1.
Y un manuscrito de Cambridge del siglo XIII (Gonville and Caius College 385 [605], p. 59)2 menciona incluso un instrumento para realizar los picados:
Quaterni margines altrinsecus punctorio distinguantur proporcionaliter ut certius usu regule lineetur quaternus errore sublato.
Como la forma, la posición y el modo de practicar de los picados sobre van cambiando de siglo en siglo, de lugar a lugar e incluso de escriptorio a escriptorio, pueden constituir un indicativo importante para la datación de los manuscritos. Los primeros estudios sistemáticos sobre esta cuestión se deben a los paleógrafos E.K. Rand (1927, 1939) y a su discípulo L.W. Jones (1939, 1944, 1946, 1966).
En relación a los utensilios empleados para esta operación, L.W. Jones los ha estudiado a partir de las señales que dejan en el pergamino, que se pueden resumir en la siguiente tipología:
Según puede verse en la figura, la forma de los pinchazos puede ser redonda, alargada o más o menos triangular, y por lo tanto esa misma debió de ser la forma del instrumento con el que se hizo la perforación.
Además L.W. Jones cree haber identificado las huellas de una especie de conjunto de peines montados sobre un marco que si de verdad existió habría permitido practicar todos las perforaciones del bifolio (o del cuaderno) de una sola vez. Jones ha localizado una serie de irregularidades que aparecen repetidamente en un evangeliario griego del siglo X de la Morgan Library de Nueva York (Ms. 748), que podrían haber sido perforados con un instrumento de este tipo.
El mismo Jones ha constatado que en Colonia, durante el siglo X, se utilizaba un instrumento de punta cuadrangular, mientras que San Gal prefería los de punta redondeada, y en Tours se han localizado todos los instrumentos mencionados, aunque los tipos A y F se reducen al siglo X. Sería muy interesante realizar estudios seriados que permitieran obtener más conclusiones.
Los pinchazos pueden aparecer en distintas posiciones, aunque no siempre es posible observarlos, ya que en muchos casos desaparecieron cuando al encuadernar el libro el encuadernador igualó los bordes de las hojas y con los bordes cortó el área de la página en que se encontraban los pinchazos.
Las posiciones posibles se reflejan en la siguiente figura:
L. W. Jones, en su intento de describir el proceso evolutivo del régimen de picado en la página, ha establecido la siguiente periodización para los manuscritos latinos en lo que respecta a los picados que marcan la posición de las líneas horizontales. Pero la información sobre la posición de los pinchazos destinados a marcar el trazado de las líneas verticales es muy escasa, en cualquier caso insuficiente para extraer conclusiones.
La posición normal del picado que sirve de pauta para el trazado de las líneas horizontales discurre por el interior del texto (picado interno), sin que exista una colocación precisa. Según los casos la perforación discurre más o menos centrada. Este tipo es el más antiguo conocido. Se encuentra en el Codex Sinaiticus y en el Vaticanus y probablemente tiene su origen en el ámbito oriental o en el norte de África.
Cuando el texto se distribuye en dos columnas, puede suceder que los pinchazos se hallen en el interior del texto de la segunda columna o en el intercolumno.
Las tres posibilidades se siguen practicando hasta finales del siglo IV.
Por supuesto, no es posible trazar una línea a partir de un único punto. Para trazar el pautado, el copista o su ayudante debía desplegar el bifolio o el cuaderno y entonces mediante una regla larga unir los pinchazos del bifolio de la derecha y del bifolio de la izquierda; es decir, que mientras se utilizó este sistema de perforación las dos partes del bifolio se pautaban a la vez.
En torno al año 450 empieza a utilizarse una nueva variante, consistente en que el picado aparece en el margen externo, en un primer momento en una posición cercana al texto:
Este sistema es estéticamente inferior al picado “interno”, porque los pinchazos resultan fácilmente visibles. Acaso la razón de su aparición sea que con el sistema anterior la pluma podía quedarse atascada en los pinchazos y causar borrones. En cualquier caso, el picado fuera del texto estaba destinada a tener un brillante futuro.
Este periodo constituye una época de transición. Coexisten todos los tipos descritos, pero empieza a notarse cierto predominio del último sistema citado en el apartado anterior.
De finales del siglo VI se conserva un manuscrito irlandés (CLA 266), el cual ofrece una innovación que había de prosperar enormemente y que terminará por convertirse en una característica peculiar de los talleres insulares, a saber, el picado de ambos márgenes laterales del folio. Esta disposición indica además que el pautado se hacía una vez formado el cuaderno.
En la centuria siguiente se aprecia un claro dominio del tipo de picado en el margen externo. Hay algunos manuscritos en los que esta aparece en la zona de la línea de justificación que limita el texto por la derecha. Los manuscritos insulares, tanto en las islas como en las fundaciones del Continente, ofrecen de manera regular el régimen doble, con ligeras variantes respecto de la exacta colocación del punteado.
Del siglo VII se ha conservado también un manuscrito (Autun 27, parte III) en que pueden distinguirse bien los pinchazos realizados con el fin de marcar la posición de las líneas verticales, en los extremos superior e inferior de la página, pero si esta es la regla o la excepción a ella es imposible de determinar.
Sigue disminuyendo el tipo de perforación en el interior del texto. En cambio, los manuscritos visigóticos continúan utilizando un régimen de picado en el intercolumnio, que es uno más de los rasgos arcaizantes que caracterizan la producción libraria hispana altomedieval.
Dentro del empleo frecuente del procedimiento marginal se observa el aumento del número de manuscritos que ofrecen el punteado en el sector próximo a las líneas verticales (I-I, L-L). Dicho fenómeno será más ostensible durante la siguiente centuria: la mayoría de los manuscritos presenta el picado a la altura de las líneas verticales (I-I y L-L) o en el margen externo (O-O).
La influencia insular se aprecia también en obras hechas en el continente por copistas de ascendencia irlandesa o anglosajona.
Los pinchazos se siguen practicando en los márgenes del folio. Según avanzamos en el tiempo se tiende hacia una posición extrema.
Sin embargo, el picado en el margen interno del folio, que es de origen insular, vuelve a aparecer esporádicamente en el s. XII, y ha sido observado en manuscritos procedentes del monasterio de Cîteaux, desde donde se difunde por otros centros benedictinos franceses a partir del segundo cuarto de dicha centuria. Acaso la recuperación de este procedimiento esté en relación con la introducción de la mina de plomo para pautar. En la Península Ibérica también hay testimonios aislados del picado en el interior del cuaderno, por ejemplo en el manuscrito 2 del Museo Arqueológico Nacional, que contiene el Comentario al Apocalipsis de Beato de Liébana y data de ca. 1180.
Los manuscritos griegos se apartan de esta casuística, ya que generalmente ofrecen un picado en los márgenes externos del folio. Tanto los orificios horizontales como los verticales suelen estar lejos del texto y de la línea de justificación respectivamente. La presencia del picado en el margen interno es excepcional.
Una ventaja de la perforación sobre otros modos de marcar las posiciones de los puntos sobre los que debía trazarse el pautado es que la perforación podía hacerse simultáneamente en más de un folio. Aunque todavía queda mucho por estudiar en relación a este aspecto, L.W. Jones distinguió ya ocho procedimientos diferentes:
Los cuatro bifolios son plegados y perforados de una vez. Esta técnica se emplea durante el siglo VII y vuelve a usarse a partir del siglo IX:
Consiste en plegar y horadar un bifolio el cual, luego, se extenderá y superpondrá sobre los otros tres restantes del cuaternión para ultimar la operación. Este procedimiento está testimoniado en manuscritos del siglo VIII.
Supone una mejora respecto de la técnica precedente. Se procede como en el caso anterior, pero cuando el bifolio perforado está extendido sobre los otros tres, se refuerza de nuevo el punteado en el folio que luego será el primero recto.
De los cuatro bifolios que componen el cuaderno se cogen dos que serán doblados y perforados independientemente. Luego se aplicará cada uno de estos sobre los vírgenes para ultimar la operación. Junto con el sistema 3, este es el más usado en las primeras décadas del siglo IX.
Es una variante del procedimiento anterior. Los dos folios que se escogen serán doblados y perforados simultáneamente. Después se sigue la técnica ya expuesta: cada uno se desdobla y se extiende sobre uno virgen y se termina la perforación. Este tipo es poco usado.
Sigue el mismo procedimiento que el sistema 1, pero se perforan varios cuadernos a la vez. Hacia el año 825 se utilizaba en Tours.
Las perforaciones se practican sobre los cuatro bifolios del cuaderno estando extendidos.
Se reduce a plegar y perforar los bifolios de dos en dos.
Este sistema es el más empleado en los manuscritos griegos, junto con el 1 y el 7.
El caso de los pinchazos más simples y obvios, considerados hasta ahora, no da lugar a problemas de interpretación. Más difícil es comprender el significado de los diversos tipos de pinchazos ubicados en distintas posiciones, pero relacionados con el pautado.
Estos se pueden dividir en:
Los pinchazos dobles, uno al lado del otro, se pueden encontrar en ciertos puntos determinados de la página. Puede pensarse que se emplearon como referencia o a caso como guía vertical o para marcar la última o la penúltima línea o acaso –mejor– para trazar una línea ininterrumpida de un borde a otro4.
Los pinchazos pareados accidentalmente carecen de un valor determinado, porque a pesar de estar físicamente próxima son resultado de operaciones ejecutadas en distintos momentos. Es posible que una primera perforación se hiciese para una impaginación que luego no llegó a realizarse. En los límites de lo posible el codicólogo debe reconstruir el orden cronológico de las diversas series, porque la disposición de serie más antigua –la que no ha sido utilizada al final– podría encontrarse en otro manuscrito y constituir por lo tanto un excelente argumento para atribuir el lugar de procedencia, si este no está indicado expresamente.
Los pinchazos paralelos, que no deben confundirse con los dobles, transcurren por la misma línea, o sea que se utilizaron para trazarla, y por lo general se encuentran en los márgenes interno o externo de la página, es decir, marcando la derecha o la izquierda de la superficie escrita.
Muy raramente pueden encontrarse pinchazos destinados a marcar las líneas rectrices del texto sobre los márgenes superior e inferior. Esto sucede en los casos de folios de grandes dimensiones, que se perforaban en los márgenes externos y que después eran reutilizados para formar bifolios por el procedimiento del plegado.
Existen finalmente pinchazos extraños que pueden asociarse al uso de instrumentos mecánicos de pautado. Una primera tipología es un picado discontinuo (“interrupted”), que también se presenta como un pinchazo único (menos claro) colocado sobre el margen externo y/o superior, estando ausentes las perforaciones para las líneas horizontales o verticales. Albert Derolez5 ha inferido el posible empleo de un instrumento de pautado que trazaba con tinta las líneas horizontales, y J.P. Gumbert ha identificado este instrumento con el rastrillo peine atestiguado en algunas fuentes iconográficas.
Una segunda tipología de picado, inédita hasta hace poco tiempo, presenta solo cuatro pinchazos para las verticales, dos en el margen de cabeza y dos en el del pie, en correspondencia con las columnas de justificación, además de otros dos pinchacitos más pequeños y simétricos en los dos márgenes interno y externo sobre la primera línea rectriz. Es posible que estén en relación con el uso del “telar-guía”6 (se verá en la unidad didáctica dedicada a la encuadernación).
En este momento estamos trabajando en este segmento
En pocos días estará ya listo
Pedimos disculpas por las molestias
1. Tomado de L.W. Jones, “Pricking Manuscripts: the Instruments and their Significance”, Speculum 21/4 (1946), pp. 389-403, p. 390, quien a su vez lo toma de Gale Morel, Anzeiger des Germ. Mus., XIX, p. 314.↩
2. Citado por L.W. Jones, “Pricking Manuscripts: the Instruments and their Significance”, Speculum 21/4 (1946), pp. 389-403, p. 391, que lo toma de C.H. Haskings, Studies in Mediaeval Science, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1924, p. 361.↩
3. En realidad su uso solo está atestiguado de forma segura en los siglos XVIII-XIX. J.A. Dane, “On the shadowy existence of the Medieval Pricking Wheel”, Scriptorium 50 (1996), pp. 13-21; D. Muzerelle, “La machine à rouler … les codicologues!”, Gazette du Livre Médièval 31 (1997), pp. 22-30.↩
4. J.P. Gumbert, Die Utrechter Kartäuser und ihre Bücher im frühen fünfzehnten Jahrhundert, Leiden, 1974, pp. 153 ss.↩
5. A. Dérolez, Codicologie des manuscrits en écriture humanistique sur parchemin, Bibliologia 5-6, Turnhout, Brepols, 1984. J.P. Gumbert, “Ruling by rake and board. Notes on some late medieval ruling techniques”, en Peter Ganz (ed.), The Role of the Book in Medieval Culture. Proceedings of the Oxford International Sumposium, Bibliologia 3, Turnhout, Brepols, 1986, pp. 41-54. Françoise Fery-Hue, “Le mathématicien Nicolas Chuquet et la planche à régler”, Pecia 13 (2010), pp. 329-344.↩
6. M.A. Casagrande Mazzoli & M. Brunello, “Tra le righe dei codici malatestiani”, en Loretta Righetti & Daniela Savoia (eds.), Il dono di Malatesta Novello. Atti del convegno, Cesena 21-24 marzo 2003, Cesena, Il Ponte Vecchio, 2006, pp. 225-256.↩